Un mes se cumple mañana de la muerte de Ricarte Soto Gallegos, quien falleciera a los 61 años de edad luego de una larga batalla contra el cáncer.
Las nuevas generaciones lo conocieron como comentarista de televisión, en especial en su rol de panelista del matinal de Televisión Nacional.Sin embargo, detrás de aquella faceta había un hombre de una destacada trayectoria en el periodismo y muy especialmente en el servicio público.
Como periodista, tanto en su trabajo en radio como en televisión, así como también en los medios escritos en que ofició como columnista, se caracterizó por su estilo agudo, incisivo y directo, y por un lenguaje claro y preciso. No podía ser de otra manera, él era un hombre de convicciones y esas convicciones lo acompañaron siempre.
Esos rasgos le permitieron convertirse en un notable comunicador social.A lo largo de su carrera demostró versatilidad, porque podía hablar de todos los temas con propiedad y sabiduría. Pero también tenía una gran empatía para interpretar genuinamente las preocupaciones cotidianas del ciudadano común, lo que le valió recibir el respeto y cariño de la gente.
Pero además, Ricarte Soto fue un gran servidor público. Sus virtudes republicanas y su vocación democrática lo llevaron en los años ochenta, desde su trabajo como corresponsal de Radio Cooperativa en París y en las radios Gilda y Francia Internacional, a exigir reiteradamente la vuelta a la democracia, el respeto a la libertad de expresión y a denunciar las violaciones a los derechos humanos que ocurrían en Chile durante la dictadura.
Ya de vuelta en nuestro país, en la década del noventa, tampoco dudó a la hora de criticar o denunciar cuando veía que se afectaban los derechos de algún grupo de personas, organización o comunidad.
Así fue como a pesar de la enfermedad que le afectaba y que le quitaba sus últimas energías, tuvo el coraje y la fuerza necesaria para viabilizar una de las demandas más sentidas de nuestra población: las dificultades que a diario sufren muchas familias para financiar el alto costo del tratamiento de ciertas enfermedades, las que muchas veces son terminales.
Precisamente, la multitudinaria marcha de los enfermos efectuada en mayo pasado en Santiago fue su último testimonio, el que tuvo como fruto la creación del Fondo Nacional de Medicamentos.Ese fue uno de los legados más preciados que le dejó a Chile.
En lo personal, siempre estaré agradecido del apoyo que me brindó en la pasada campaña presidencial, en la que participó activamente acompañándome en diversas actividades.
En ese período tuve la oportunidad de conocer y admirar su profesionalismo y por sobre todo a un ser humano excepcional cuya partida ha dejado una huella profunda en nuestro país.