Leía hace algunos días un reportaje sobre la ciudad que tiene el mayor porcentaje de jefaturas de hogar en manos de mujeres: Combarbalá, ciudad de la IV Región donde el 34.6% de los hogares es liderado, según la CASEN, por una mujer. Es la ciudad donde también se puso en votación dejar de “celebrar” el día del padre en el año 2000, y se impuso esta propuesta.
En Combarbalá a ese tercio de hogares con jefatura femenina se suma al menos otro 30% con un padre ausente la mayor parte del tiempo debido al desplazamiento de ellos hacia zonas con trabajo en minería, o con hogares quebrados o también con “doble militancia” hogareña.
Por esas calles desfilan mujeres jóvenes, adultas, mayores, todas dueñas de sus vidas y de las de sus descendientes. Ellas forman, ellas sacan adelante a sus familias, ellas decidieron que ya no habría “día del padre”.
¡Cómo ha cambiado la sociedad! No sólo en esta muestra especial que es Combarbalá, sino en el país y en el mundo en general. La mujer pasó de un lugar de dependencia económica, afectiva y social a otro de protagonista, de dueña de los hilos que tejen la vida.
Penélope esperó años de años al amor de su vida, tejió y destejió para ahuyentar a los machos que la pretendieron, representando con ello a la esposa fiel, devota, astuta, pero dependiente de un hombre para ser. La vida actual pondría a cualquier eventual Penélope en zona de estudio. Ya no hay Penélopes, lo que no quiere decir que no haya cabida para el amor, para la vida en pareja.
Para lo que no hay cabida es para la actitud de espera, para la dependencia, para aguantar aún lo inaguantable. Esta mujer de hoy aprendió que se la puede sola, que no está obligada a nada que no quiera hacer; que puede juzgar, opinar y decidir y que merece respeto. ¿Hay peligros en esta nueva realidad para la mujer?
Sí, los hay y a mi juicio ellos pasan por aprender y usar lo peor de la especie humana como arma para salir adelante: la hipocresía, el cinismo, no deben formar parte de nuestro arsenal para triunfar como profesionales, políticas, artistas, comunicadoras, obreras, madres.
Como tampoco debemos caer en la tentación de convertirnos en una mala caricatura de un hombre, que puede demostrar su fortaleza y autoridad a través de la indiferencia y la humillación del otro.
La mujer demuestra día a día su capacidad de resiliencia, su espíritu de sacrificio y sus posibilidades reales de aportar en el desarrollo familiar, social y nacional.
Si ya no veremos nunca más una Penélope tejiendo sueños en torno a un hombre amado, a mí juicio debemos construir otro ideal de mujer, una que hace uso de su inteligencia, capaz, fuerte, amorosa, que no tiene fronteras.
Las combarbalinas están demostrando cómo se construye este nuevo relato, en el cual mujeres de distintas generaciones asumen los roles que permiten a ese pueblo salir adelante. Yo las admiro, y las tengo como un ejemplo de mujeres.