Ha causado conmoción el caso de Belén, una niña de 11 años embarazada debido a una violación por parte de su padrastro. No es la única en Chile. El embarazo precoz es un problema grave, que tiene múltiples causas. Pero con Belén el drama es peor; su madre, en vez de apoyarla y defenderla, ha justificado la conducta de su pareja diciendo que la relación fue consentida. Se ve que desconoce que para el Código Penal cualquier relación carnal con una menor de 14 años es constitutiva del delito de violación.
Imaginemos por un instante el abandono y la soledad de Belén, cuyo único amparo y refugio parece ser su abuela.
¿Qué hacer ante esta situación?
El Presidente de la República ha dicho que Belén demuestra profundidad y madurez al manifestar la voluntad de continuar con el embarazo.¿Pero está la niña en condiciones de decidir libremente? ¿Tuvo asistencia sicológica y familiar adecuada? ¿Y esa criatura, si nace, cómo va a vivir sabiendo su origen?
Recordemos a Edipo ciego y errabundo luego de saber que se había acostado con su madre sin tener conciencia de ello. Imaginemos por un instante que a cada uno de nosotros nos hubiera pasado el ser engendrados en tales condiciones de anormalidad.
He visto en la televisión y he escuchado por la radio argumentos en favor y en contra del aborto. Se discute en abstracto: el principio de la protección de la vida del que está por nacer, por una parte, la inmadurez psico-biológica de la madre para llevar adelante el embarazo, por otra.Cada cual puede dar muchas razones en abono de su tesis.
Han vuelto a mi memoria un pasaje del Evangelio. Uno en que Jesús sana a un enfermo en día sábado y es reprochado por los fariseos por violar la ley que exige el descanso, a lo cual Jesús responde con una sentencia que debería ser guía de cualquier conducta moral: el hombre no se ha hecho para el sábado, sino el sábado para el hombre.
Es decir, no se puede sacrificar a un ser humano individualmente considerado para mantener un principio ético abstracto.
Lo fundamental es el sentimiento de compasión hacia el que sufre. En este caso Belén, encinta forzadamente con solo 11 años. Dada la actitud de su madre, quien debería decidir por la niña es el Juez de Familia, escuchando a sus parientes cercanos como la abuela, y siguiendo el principio básico de la Convención de Derechos del Niño, que es el interés superior del menor.
¿Qué es mejor para esa niña: tener el hijo y recordar por toda la vida la afrenta y ver en su hijo los rasgos de su violador o interrumpir el embarazo e intentar superar el agravio?
Preguntémonos: ¿qué haríamos nosotros si una nieta nuestra viviera una situación semejante? Cualquier solución que se tome – teniendo en cuenta además que en Chile el aborto en estos casos no es legal – debe partir de la preocupación de la suerte corrida por Belén. Ella está por encima de la ley que condena el aborto.
Por mi parte, siempre he pensado que la procreación no es un acto mecánico.Supone una voluntad de engendrar y de cuidar la vida. Si no existe esa decisión en absoluto, sobre todo de parte de la futura madre, para mí no cabe duda que el embarazo puede ser interrumpido. Por algo en tantos países existe una legislación que lo permite en determinadas condiciones.
En este caso emblemático la decisión la debiera tomar un Tribunal escuchando a la afectada y con todos los antecedentes sicológicos y de la situación familiar de la niña. Si el Tribunal decidiera que el embarazo continuara, debería ayudar a la menor a llevarlo a término y la sociedad a cuidar adecuadamente de ese hijo.
No puede repetirse lo que ha pasado en otras circunstancias análogas en que los hijos han sido entregados a un hogar de menores, donde suelen encontrar cuidados adecuados y afecto o desprotección y abuso, según los casos.
¿Podría un Tribunal decidir contra la ley? Sólo si invocara principios constitucionales superiores a ella para resolver el caso. En las Actas de la Constitución consta que no se quiso consagrar en ella una prohibición general del aborto, sino dejar el asunto a consideración del legislador.
Pues bien, un Tribunal podría apelar a disposiciones constitucionales superiores en favor de la niña pese a lo estipulado en el Código Penal.Sería un signo de coraje de la Magistratura, que debería soportar la embestida de los doctores de la ley.