Cuando el merecido descanso se transforma en una pesadilla.
Luego de las primarias que han llenado la agenda de estas semanas, por suerte, las vacaciones de invierno ya están a la vuelta de la esquina. La mayoría de los estudiantes deberían vivir estos días casi como una fiesta, levantándose tarde, capeando el frío e inventando cuanto panorama se pueda aprovechar.
En este período algunos padres o madres logran hacer coincidir sus vacaciones para aprovechar de compartir con ellos y sacarle el jugo a estas fechas. Sin embargo, para muchos este recreo a medio año se convierte en un problema, ya sea porque no hay más alternativa que dejarlos solos en casa o simplemente porque no hay recursos para costear la anhelada diversión, transformándose las anheladas vacaciones en una verdadera pesadilla.
Es por lo anterior que creo firmemente que las vacaciones de los niños nos recuerdan de una manera, menos científica y más práctica las grandes desigualdades que aún enfrenta nuestra sociedad; mientras algunos niños se transforman en esquiadores de temporada otros miran la nieve de lejos e incluso algunos sueñan con poder al menos poder tocarla y nada más indignante que aquellos que en vez de descansar tienen que trabajar.
Y es en temporada de elecciones cuando debemos preguntarnos cómo hemos avanzado en cambiar esta realidad, cómo el estado y los gobiernos se han hecho cargo del bienestar de nuestros niños y en definitiva cuánto y cómo se ha hecho para nivelar la cancha.
Al menos desde el mundo local podemos dar testimonio de grandes esfuerzos para transformar las vacaciones en día felices e inolvidables para nuestros niños más vulnerables, panoramas deportivos, culturales y meramente recreativos copan las agendas municipales para tratar de paliar en parte esta realidad.
También es importante el rol de las familias y las redes para sobrellevar los desajustes. Cuántos hoy recuerdan haber aprendido a cocinar sopaipillas o un queque con su abuela en unas vacaciones o las enseñanzas y panoramas que alguna tía se preocupó de implementar para entretener a los sobrinos; para cuántos una vecina o pariente cercano se transforma en un verdadero ángel de la guarda.
Con todo, la invitación más que a preocuparse es a ocuparse para que estas brechas sean cada vez menores, en la medida que generemos políticas públicas creativas e inclusivas que coloquen en el centro a nuestros niños y niñas y su bienestar.