25 sep 2013

Entre la Villa y la cárcel, entre la Memoria y el castigo

Nunca olvidaré cuando visitamos hace no mucho tiempo con mi hija, que en ese entonces tenía 9 años, Villa Grimaldi, ubicada en Peñalolén. Su primera pregunta al leer un díptico que nos entregaron fue, “¿mamá, qué es la tortura?”.

En ese momento comprendí con plenitud lo importante que es conservar sitios para que las nuevas generaciones puedan conocer, desde una mirada concreta, y sin morbo, lo que la intolerancia, el fanatismo, el odio y por supuesto la falta de humanidad puede producir en una persona, hasta tal punto de atentar contra la integridad y por supuesto la vida de otra.

Lo paradojal es que a pocas cuadras de ahí está el polémico Penal Cordillera, que mirado desde la perspectiva actual cuesta entender, pero si nos retrotraemos a la fecha de su creación es válido preguntarse qué habría pasado de no haber existido, probablemente habría tardado más la tan anhelada justicia, que sin duda aún tiene muchas deudas. Y que además estoy convencida que hoy debiera dejar de existir.

Equivocados están, creo yo, aquellos que buscan empatar estas atrocidades con la violencia política ejercida por grupos violentistas de la época, porque mucho más grave aún y reprochable es el uso de recursos y la fuerza coercitiva del Estado para infundir terror, generar sumisión, y atentar contra los derechos de las personas, destruyendo la confianza en la autoridad y las instituciones que debieran protegernos a todos, sin distinción.

La indiferencia de muchos jóvenes con la política me aterra un poco, estoy próxima a cumplir los 40, aspiro que mis hijas y las nuevas generaciones sólo aprendan el significado de la palabra tortura y nunca tengan que vivirla.

Eso depende de quienes actualmente ejercemos la vocación política, pero también ellas deben aprender a construir su propio presente y futuro, a ser tolerantes, a respetarse en la diferencia y por supuesto a defender sus ideales con pasión, a indignarse con la injusticia y en definitiva a encabezar revoluciones en paz y libertad.

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  • boconazo

    Lo positivo de estos 40 años del golpe militar fue la amplia cobertura, como nunca antes, de trozos de historia que algunos, quisieran enterrar y que desapareciesen como aquellos chilenos y chilenas,cuyos cuerpos no han sido encontrados. Por los detenidos, por los torturados,por los desaparecidos, no podemos olvidar, no puede un Estado permitir que no se enseñe, en aulas, tanto civiles como militares, la verdad de lo que sucedió en nuestro País. El terrorismo de Estado fue una política permanente durante la dictadura y quiénes lo ejercieron fueron civiles y militares, no hay ninguna rama de la FF AA que reconozca su participación en los atropellos a los DD HH, aún existe silencio, como si aquéllo pudiera limpiar, con el paso del tiempo, la mancha y la culpabilidad.

  • Javier Neira San Martin

    El Golpe Militar me pilló siendo estudiante del Instituto Comercial de Los Ángeles. Era presidente del Centro de Alumnos. Estábamos en el Teatro Municipal preparando el escenario para la celebración del Día del Maestro que hasta ese año se conmemoraba en esa fecha. Nos quedamos junto a nuestro profesor Valenzuela desde la noche anterior ya que el acto oficial se haría a las 11:00 de la mañana. Entraron como locos. Rompieron toda la escenografía y a culatazos hicieron añicos nuestro tesoro que era una grabadora de cinta marca Grundig, luego nos golpearon. Un saco en la cabeza y a patada limpia, amarrados nos llevaron hasta un regimiento que, en ese entonces, estaba al sur de la ciudad…
    Han pasado los años. Las heridas del cuerpo se curaron, las del alma no. Cuesta creer que el maltrato social continuó después del slogan “la alegría ya viene…”. Aún nos siguen torturando, aunque no con las gruesas botas negras, sino mediante el engaño de promesas nunca cumplidas o estrangulando nuestros bolsillos con todo tipo de artimañas y explicaciones absurdas como por ejemplo el alza de los combustibles, aranceles universitarios, CAE de las grandes tiendas, la usurpación de las carreteras, el robo del agua, la contaminación indiscriminada, la desaparición de los bosques nativos reemplazados por pinos y eucaliptus que han creado “el desierto verde”, etc. En este país “democrático” el pueblo pareciera no tener voz. Nuestros representantes en el Poder Legislativo, nos dan vuelta la espalda y pareciera que se suman a la nomenclatura de los que verdaderamente mueven los hilos del país: los grandes conglomerados económicos.