Muy de acuerdo con el Señor Arzobispo de Santiago en cuanto a que el país vive un ambiente crisis de confianza. ¿Por qué nos está sucediendo esto?, ¿cuáles son los factores sociales que gatillan este fenómeno?
Tal vez la pobreza, la desigualdad social, la injusticia, el abuso de poder, la discriminación, el desencanto de los tiempos que vivimos, llevan hoy día a los chilenos a una falta de esperanza y a una rutina en las personas, que conduce a un descontento generalizado.
La modernización en un país es muy importante, pero tiene que ir de la mano con la preocupación social del Estado, pues éste tiene que trabajar formas de gobernar inclusivas, que aumente la participación de todos los sectores en la comunidad, que dignifique a los excluidos, para que todos nos sintamos representados por las autoridades.
Por otra parte, para recuperar la confianza en las Instituciones es esencial que éstas sean transparentes y que estén al servicio de las personas.Los cambios no sólo deben venir del Gobierno de turno, sino también desde la propia comunidad, para lograr una mejor sociedad y hacer un trabajo en conjunto, en unidad.
La seguridad ciudadana, por ejemplo, no puede tener como única opción el privar de libertad a las personas cuando han cometido delitos. Hay que tomar conciencia que sin oportunidades laborales reales y dignas no hay rehabilitación, ni inserción laboral, social ni familiar. Así no se rompe el círculo de la delincuencia, que en muchos casos viene por generaciones. Sin confianza en la posibilidad del cambio no hay vida nueva, no hay futuro, no hay esperanza.
Las medidas represivas no conducen a disminuir este flagelo, solo lo aumentan, ya que se crea un resentimiento, odio y ganas de venganza, máxime, cuando estas personas han tenido una vida caracterizada por abusos y abandono. Por otra parte, las cárceles chilenas -como es sabido- no producen la corrección de las actitudes, más bien son escuelas de deshumanización y de malos tratos.
Muchos beneficiarios de la Fundación Paternitas que han sido capacitados por nosotros y ubicados en distintos puestos de trabajo, destacan y agradecen la confianza y el trato digno que se les ha brindado. Es más, muchos llegan a decir, que ha sido la primera vez que han sido tratados como seres humanos, con cariño y respeto.
Más que nunca resuenan las palabras del Papa Juan Pablo Segundo, en su visita a Chile, cuando nos recordó que: “los pobres no pueden esperar”. Es decir, la importancia de la subsidiariedad o de lo inmoral que significa la prosperidad de las naciones a costa de la marginación y despreocupación de los más necesitados.