21 nov 2011

¿Qué queremos?

Quizá estas reflexiones compliquen la actual discusión sobre el asunto de la educación en Chile, pero me hago una pregunta que pretende partir de la realidad de la que todos somos testigos.

Se ha propuesto un 40% de aporte del Estado; se ha pedido el 60%. Se ha concedido. Ahora se pide el 70% y podrá estar muy bien.

Con todo, -y aunque se habla permanentemente de la “calidad”-, nadie sabe de qué calidad se trata.

Se me ocurre que la pregunta fundamental no debería ser otra que aquélla que se refiere a qué tipo de persona quisiéramos formar y, a la vez y desde luego, para qué tipo de sociedad. Lo que entra aquí inevitablemente es la discusión sobre temas de orden valórico.

Para tales efectos, podríamos tomar como referente la distinción que hace Adela Cortina entre una moral de los máximos y otra de los mínimos.

La de los máximos, la deja ella para las utopías o las que se ajustan a exigencias propias de algún compromiso religioso.

La de los mínimos, sería aquélla en que gruesamente un colectivo trasversal estaría de acuerdo.

En este último sentido, pienso que los valores de la verdad -y de su búsqueda-, de la justicia, de la paz, de la lealtad, de la fidelidad, del respeto, de la dignidad de cada persona, etc. podrían ser al menos parte de esa formación de la persona en vista de una sociedad más humana.

En este mismo sentido, creo que el humanismo, como un elemento esencial en la reflexión sobre el ser humano, no podría dejarle todo o gran parte del espacio a las ciencias exactas o al desarrollo tecnológico. En este terreno -y en último término-de lo que se trata es hacer una ciencia con conciencia, con humanidad.

También para un científico, el humanismo es substantivo. Acumular más fondos sin saber bien para qué parece un tanto absurdo.

Esto no quita que haya que avanzar en la gratuidad de la educación y enfrentar los terribles endeudamientos de tantas familias, pero ello no debería ocurrir si no hubiese paralelamente (aunque tome más tiempo ponerse de acuerdo) pensadores de la educación que estuviesen trabajando ardua y respetuosamente en lo que he llamado la moral de los mínimos y en el tipo de humanismo trascendental que necesitamos.

Hoy, en una sociedad en que campean el individualismo y el materialismo, necesitamos de suma urgencia un proyecto que nos abra a una sociedad en que el bien común de verdad dirija nuestros pasos.

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  • http://www.facebook.com/people/Patricio-Valenzuela-Ormeno/607859346 Patricio Valenzuela Ormeno

    Si hablamos de “educación de calidad” tenemos que aclarar qué entendemos por “educación”.  Si esa palabra se refiere al servicio que entrega el Estado, o al resultado del proceso mismo de formación. 
    Si se trata de lo primero, creo que los últimos años se avanzó bastante al incorporar la jornada completa, y la construcción o adquisición de la infraestructura y servicios anexos que la requieren:  salas, baños, computadores, comedores, servicios de alimentación, etc..  
    Si se trata del proceso educativo o del resultado del proceso, lo que queda por atacar es más difícil, ya que significa exigir que las personas involucradas – profesores, alumnos y directivos- realicen un trabajo “de calidad”, esto es, evaluar a los profesores y directivos, y proceder  a la capacitación o desvinculación de aquellos que no realicen un trabajo “de calidad”, así como evaluar y derivar por distintos caminos a los alumnos de acuerdo a sus capacidades e intereses.
    No todos los niños de Chile son “diamantes en bruto”.  Hay desde diamantes, pasando por variedad de piedras semipreciosas hasta simples guijarros.  Todos deben ser educados “con calidad”, lo cual significa que cada cual pueda rendir y entregar lo mejor de sí, convertir la “potencialidad” en “actualidad”, según el uso aristotélico de estas palabras.
    De lo anterior, el resultado no serán personas todas iguales, y habrá marcadas diferencias en sus posibilidades de desarrollo y en sus posibilidades de ingresos, pero cada cual podría estar satisfecho, con dignidad, de que se logró en ellos lo mejor que podían ser.

  • http://www.facebook.com/people/Patricio-Valenzuela-Ormeno/607859346 Patricio Valenzuela Ormeno

    Si hablamos de “educación de calidad” tenemos que aclarar qué entendemos por “educación”.  Si esa palabra se refiere al servicio que entrega el Estado, o al resultado del proceso mismo de formación. 
    Si se trata de lo primero, creo que los últimos años se avanzó bastante al incorporar la jornada completa, y la construcción o adquisición de la infraestructura y servicios anexos que la requieren:  salas, baños, computadores, comedores, servicios de alimentación, etc..  
    Si se trata del proceso educativo o del resultado del proceso, lo que queda por atacar es más difícil, ya que significa exigir que las personas involucradas – profesores, alumnos y directivos- realicen un trabajo “de calidad”, esto es, evaluar a los profesores y directivos, y proceder  a la capacitación o desvinculación de aquellos que no realicen un trabajo “de calidad”, así como evaluar y derivar por distintos caminos a los alumnos de acuerdo a sus capacidades e intereses.
    No todos los niños de Chile son “diamantes en bruto”.  Hay desde diamantes, pasando por variedad de piedras semipreciosas hasta simples guijarros.  Todos deben ser educados “con calidad”, lo cual significa que cada cual pueda rendir y entregar lo mejor de sí, convertir la “potencialidad” en “actualidad”, según el uso aristotélico de estas palabras.
    De lo anterior, el resultado no serán personas todas iguales, y habrá marcadas diferencias en sus posibilidades de desarrollo y en sus posibilidades de ingresos, pero cada cual podría estar satisfecho, con dignidad, de que se logró en ellos lo mejor que podían ser.

  • Jose Gutierrez

    Creo que el tema acerca de qué tipo de personas se quiere formar en en sistema educacional chileno es algo que está pendiente y que da la impresión de que el Estado pretende jugar un rol neutro o en la práctica “jugar a no hacer nada”.
    Es evidente que no se trata de entregar sólo contenidos en cuanto a conocimiento; sino que también, se debe formar a personas que tengan profundos contenidos valóricos, que tengan una concepción democrática de la sociedad, que sean participativos de la vida en comunidad, que sean solidarios, y que posean conocimientos y apliquen las virtudes de la educación cívica. En pocas palabras se requiere formar a personas cultas y so sólo a eruditos que puden ser unos verdaderos trogloditas.
    Una última cuestión, no menos importante, el sistema educacional chileno debe enseñar y entregar la “capacidad de pensar”, creo que esto sería, también,  uno de los mayores logros que se podría proponer alcanzar.

  • Jose Gutierrez

    Creo que el tema acerca de qué tipo de personas se quiere formar en en sistema educacional chileno es algo que está pendiente y que da la impresión de que el Estado pretende jugar un rol neutro o en la práctica “jugar a no hacer nada”.
    Es evidente que no se trata de entregar sólo contenidos en cuanto a conocimiento; sino que también, se debe formar a personas que tengan profundos contenidos valóricos, que tengan una concepción democrática de la sociedad, que sean participativos de la vida en comunidad, que sean solidarios, y que posean conocimientos y apliquen las virtudes de la educación cívica. En pocas palabras se requiere formar a personas cultas y so sólo a eruditos que puden ser unos verdaderos trogloditas.
    Una última cuestión, no menos importante, el sistema educacional chileno debe enseñar y entregar la “capacidad de pensar”, creo que esto sería, también,  uno de los mayores logros que se podría proponer alcanzar.

  • http://www.facebook.com/profile.php?id=1012652793 Karl Dietert

    Las preguntas esenciales del Padre Cowley tienen, probablemente, doble objetivo fundamental, primero ser coherentes, ya que obviar las definiciones básicas solo nos puede lleva a algún tipo de mediocridad e incoherencia. Y segundo, lograr que quien recibe la educación sea alguien, y sea para algo. Es decir, alguien con valores, conocimientos, y con competencias para ser eficiente de acuerdo a sus capacidades. Por lo tanto, entendida así, esa educacion de calidad y democrática es necesaria para la coherencia individual, la convivencia social, y también para el sistema económico. Sí, para todo. La educación es hoy, fuera de toda duda, la herramienta personal y colectiva clave para  articular nuestra vida en sociedad, creer lo contrario nos llevaría a pensar en alternativas como la fuerza, el poder del dinero, el origen social, la raza, etc.,  todas  alternativas que el ser humano ya probó, y donde el registro de la historia muestra resultados negativos; a veces incluso terribles.     
    karl dietert

  • http://www.facebook.com/profile.php?id=1012652793 Karl Dietert

    Las preguntas esenciales del Padre Cowley tienen, probablemente, doble objetivo fundamental, primero ser coherentes, ya que obviar las definiciones básicas solo nos puede lleva a algún tipo de mediocridad e incoherencia. Y segundo, lograr que quien recibe la educación sea alguien, y sea para algo. Es decir, alguien con valores, conocimientos, y con competencias para ser eficiente de acuerdo a sus capacidades. Por lo tanto, entendida así, esa educacion de calidad y democrática es necesaria para la coherencia individual, la convivencia social, y también para el sistema económico. Sí, para todo. La educación es hoy, fuera de toda duda, la herramienta personal y colectiva clave para  articular nuestra vida en sociedad, creer lo contrario nos llevaría a pensar en alternativas como la fuerza, el poder del dinero, el origen social, la raza, etc.,  todas  alternativas que el ser humano ya probó, y donde el registro de la historia muestra resultados negativos; a veces incluso terribles.     
    karl dietert