Mientras a nivel mundial el número de migrantes superó los 231 millones en 2013, con EE.UU., Europa occidental y los estados del Golfo Pérsico como los lugares de mayor atracción, en Sudamérica, Chile se convirtió en el país donde más creció el número de migrantes entre 1990 y 2013.La cifra de migrantes internacionales en Chile pasó de 107.501 en 1990 a 398.251 en 2013, lo que representa un aumento de 290.750 personas.
El fenómeno migratorio obedece a múltiples causas, muchas de las cuales conllevan para el migrante elevadas cuotas de dolor y privaciones, las que pueden ejercer efectos devastadores si se trata de niños y adolescentes. Es el caso de migrantes víctimas de violencia y/o traumas emocionales durante el proceso migratorio.
Muchos niños migrantes son separados de sus progenitores, otros viajan solos y experimentan con gran agudeza los costos emocionales de romper vínculos con sus familias y comunidades de origen.La llegada al país de acogida puede estar teñida de hostilidad e incluso de malos tratos.
No es infrecuente el choque entre culturas, que se suma a las dificultades de los padres o familiares que migran con el niño para encontrar habitación, oportunidades laborales, etc.
Finalmente, los padres pueden encontrar trabajo pero en condiciones precarias, jornadas de trabajo inhumanas, bajos salarios, entre otras condiciones indeseadas.
Todos estos factores desestabilizan gravemente la salud mental del niño migrante.Un bálsamo para sus penas debería ser el ingreso a la escuela, que le da un sentido de identidad con sus pares, una certeza de estabilidad y la oportunidad de jugar, reír, divertirse junto a sus compañeros, lo cual ejerce una real acción terapéutica.
Lamentablemente, si bien los derechos del migrante están reconocidos en el derecho internacional, lo que ocurre en la vida diaria al interior de las comunidades donde se insertan suele estar muy lejos del ideal, siendo frecuentes las situaciones de vulneración de derechos, algunas de ellos cometidas por los mismos niños del país que acoge.
El fenómeno llamado bullying o acoso encuentra en el niño migrante una víctima propicia, sin que los niños acosadores lleguen a dimensionar la profundidad del daño que infligen a un menor de por sí muy vulnerable.
En consecuencia, la migración trae consigo un gran desafío:recibir al migrante con cordialidad y respeto.Esto es particularmente importante en el caso de los niños, quienes antes de los 10 años de edad ya han construido modelos mentales del mundo tomándolos de sus padres y de sus profesores.
Los niños que ejercen hostigamiento sobre un compañero o vecino migrante están actuando movidos por sentimientos de rechazo transmitidos por sus mayores.Al resistirse a aceptarles, podan toda posibilidad de enriquecerse con lo que ese niño aportará al resto mostrando su cultura, su historia, su idiosincrasia, sus sueños.
Un niño que acosa a un chico migrante es un niño que se empobrece culturalmente y como ser humano, mostrando a través de su conducta el pequeño y mezquino mundo de sus mayores.