El deterioro de la Salud Pública es una de las consecuencias más penosas del balance final de cuatro años de administración del gobierno encabezado por Sebastián Piñera. Las cifras ya se han entregado varias veces, de manera que no las repetiré en este artículo.
Sin embargo, reiteraré que la “trilogía fatal” es inocultable: se ha reducido la inversión, se ha elevado el endeudamiento y las transferencias hacia los privados se ha transformado en una verdadera hemorragia, que está afectando a los servicios públicos de Salud y entregando una atención humillante a los pacientes.
Por eso es que resulta chocante la cadena de frívolos elogios con que el Presidente de la República ha cubierto en el curso de esta semana a su ministro de Salud.El gobernante, una vez más, no se midió en el uso de las palabras.
Señaló que su subalterno “tiene los pantalones bien puestos”, que “nunca agacha el moño” y exaltó el hecho de que hubiese batido un “record” de permanencia en sus tareas ministeriales, como si el aludido y lisonjeado funcionario no fuese de su exclusiva confianza y, en consecuencia, su permanencia no fuese simplemente el resultado de su propia voluntad y decisión como Jefe de Estado.
En efecto, Mañalich le debe estos cuatro años a Piñera y la manera con que este último lo ha defendido no hace sino que confirmar la responsabilidad política del Mandatario en una gestión que ha hecho uso y abuso del poder que significa un régimen fuertemente presidencialista en nuestro país, para utilizar el Presupuesto y la administración financiera del Estado del sector Salud, de modo de infligir a decenas de miles de pacientes un daño incuantificable, expresado en hospitales colapsados, en falta de especialistas y medicamentos y en condiciones humillantes en la atención.
He sido testigo, en el Hospital Regional Guillermo Grant Benavente, de una verdadera violación a los derechos humanos, especialmente de los adultos mayores internados en una situación de abierto atropello a la dignidad del ser humano, como resultado de instalaciones cuyo endeudamiento, en miles de millones, les impide entregar la atención que los pacientes requieren y que Chile hoy está en condiciones de entregar.
El “record” de Mañalich no es sino el resultado del desprecio de las más elementales normas de atención y un verdadero abuso de poder que se ha ejercido sobre personas indefensas, que no están en condiciones ni de protestar ni de defenderse.
El gobernante debiese informarse más, antes de tantas alabanzas que ofenden y hieren a quienes sufren las consecuencias de la privatización encubierta de los servicios de Salud, pero que marca la gestión del señor Mañalich en el ministerio.