Esta premisa, enarbolada por el Partido dominante en la novela futurista “1984” de George Orwell, cobra fundamental relevancia en los eventos que ocurren actualmente en Bolivia y en Corea del Norte.
A esta altura parece ser claro que ambas naciones son unas distopías difíciles de entender en los tiempos modernos y sólo viables en la medida que, tal como en la novela, vivan en permanente estado de guerra o conflicto.
En una negociación, así como en la guerra, uno siempre tiene que asegurarse que sus bases o constituyentes internos, estén alineados con la estrategia. Así, se mantienen los recursos internos enfocados, se mantiene una base de poder sólida y finalmente una buena “calidad de vida” para el negociador y para sus Generales.
No importa si se trata de una negociación sindical, un asunto de interés nacional o un asunto de supervivencia estatal. Los representantes de esas entidades deben aunar las fuerzas de sus constituyentes para mantener su base de poder y extender lo máximo posible su relevancia.
Por esta razón Corea del Norte amenaza permanentemente en atacar, Bolivia amenaza permanentemente con su demanda en la Haya y los presidentes de los Sindicatos lanzan sus huestes a sendos paros laborales a la mínima excusa posible. Todos están negociando. Siempre están negociando.
Parece ser que Evo Morales y Kim Jong-Un leyeron la misma novela. Mientras sus ciudadanos crean que hay guerra (con Corea del Sur) o demanda marítima (contra Chile) están todos unidos. Pero a ninguno de esos países le conviene entrar efectivamente en la fase de ejecución del conflicto. Como diría Sun Tzu, en El Arte de la Guerra, “Muévete sólo cuando sea ventajoso”.
Tanto Bolivia como Norcorea están en una encrucijada no menor. Por un lado, seguir extendiendo la sensación de guerra o conflicto es agotador para el pueblo, decae la moral, se empobrece la población y gradualmente, el conflicto va perdiendo la potencia aglutinadora. En el mundo “Orwelliano”, esto se abordaba por la vía de cambiar cada cierto tiempo de “enemigo”. Una nueva guerra. Un nuevo conflicto. Una nueva negociación, y ahí vamos otra vez. La Guerra es la Paz.
Por otro lado, terminar el conflicto, que en el caso de Bolivia sería equivalente a un fallo de La Haya, expone a sus líderes a re-inventar su base de poder. La jugada de la demanda es muy arriesgada. Si Bolivia pierde, que es lo más probable, se acaba la “guerra” de una vez y para siempre.No hay más aglutinador de voluntad nacional, no más recursos para el “Gran Hermano”.
Norcorea pasea bases de misiles por la frontera, hace ejercicios militares, lanza pruebas de misiles, hacen declaraciones amenazantes.
“Sopesa la situación antes de efectuar movimiento alguno. Aquel que domina el artificio de la diversión saldrá victorioso. Así es el arte de maniobrar” – Sun Tzu.
Por esa razón Evo Morales avanzó a micro-pasos hacia la demanda tardando mucho en llegar a ella.
Por esta razón Norcorea grita y grita, pero no hace nada contundente. Es como cuando una empresa le dice a un proveedor “o bajas el precio o me veré forzado a tomar medidas”, sin especificar las medidas. Cada vez que una parte negociadora hace una amenaza, es la confirmación de que su posición es débil. Nunca amenace. Actúe de manera fuerte y contundente. De esa manera se hace más creíble.
Con todo, a Chile le conviene que Bolivia demande en la Haya. Si el caso legal es fuerte, como parece serlo, la mejor salida de este permanente distractor para Chile es la demanda.
“Sólo cuando conoces cada detalle de la condición del terreno puedes maniobrar y guerrear” – Sun Tzu.
Chile ya conoce el terreno, La Haya, y sabe cuál podría ser la próxima acción de Bolivia.La estrategia dominante está clarísima. Hay que preparar la defensa en La Haya y zanjar este tema de una vez por todas.