Como ocurre inevitablemente cada doce meses, el año se va, los más esperarán que el próximo sea mejor, otros respirarán con alivio después de meses difíciles, otros sonreirán complacidos por que les fue bien y querrán reeditar esos buenos momentos o circunstancias en el futuro que viene. Habrá tantas experiencias como humanos somos.
Pero, este año algo pasó que hará que ya nada pueda ser igual. Se cayeron imágenes y apariencias, rostros incólumes, siempre exitosos, ya no serán los mismos. Se rompió la aparente e inconmovible solemnidad constituida por las apariencias, hay caretas que se desplomaron y el país tomó nota que la corrupción también entró a nuestras instituciones y a las malas practicas de muchos.
En el sistema político, como dice el refrán “se vieron muertos cargando adobes”, es decir, hubo quienes cruzaron la frontera invisible que separa a víctimas y victimarios y estiraron sus manos para recibir el estipendio imposible, aquel que llegó del vil enriquecimiento personal bajo la dictadura y que cual presente griego, envuelto en lisonjas y halagos, como envolvente cannabis adormeció conciencias e hizo olvidar a padres, hermanos, amigos o compañeros caídos.
Con ese dinero se ensució muy a fondo el alma nacional. No se había sabido, o si ocurrió se desconocía, que las víctimas se dejaran sobornar por sus victimarios. Estos sucesos en que se rompió todo límite ético, han sido letales para el prestigio y la valoración ciudadana de la acción política en democracia. Lo más triste es que muchos que hablaban tanto de “lo ciudadano”, eran los más ágiles para estirar la mano y retirar de sus nuevos patronos aquel dinero manchado por la represión y el enriquecimiento indebido.
También, en este periodo, se supo de como la derecha usaba los mecanismos ilícitos de obtención de dineros fraudulentos para financiar costosas campañas electorales y atraer votaciones mal habidas, dando artículos de variado uso, desde alimentos hasta electrodomésticos a personas desafectas a quienes no importa su dignidad. Tanto fue el cántaro al agua que, finalmente, el caso Penta y su impacto dejó por el suelo la utilización de ese mecanismo de compra de conciencias y a su principal ejecutor condenado a tres años,en juicio abreviado, cuestionado por amplios sectores.
Ni que hablar del fútbol profesional, luego que el sistema norteamericano de justicia persiguiera y procesara al binomio FIFA – COMMEBOL y sacara del medio a Jadue y otros que, autoinculpandose o no, por delitos tributarios, sobornos y mas, debieron dejar sus muy lucrativas y jugosas actividades “deportivas”.
Ante ello, el estupor y la rabia se cruzan en la respuesta ciudadana; sin embargo, el problema de fondo sigue sin resolverse y ese no es otro que la distorsión que se produce entre las entidades con fines de lucro que controlan el fútbol profesional y una institución “sin fines de lucro”, la ANFP, que lo dirige.
Hay una falla, una incongruencia flagrante entre ambas situaciones, que más parece una burla, y que debiese ser resuelta urgentemente.
En la semana además, la colusión del papel higiénico, entre la CMPC y PISA, término por desbancar al empresario Eliodoro Matte de su sempiterno cargo de Presidente del CEP, principal referente programático de la derecha económica en el país, lo que no importó nada ante la magnitud del impacto nacional generado por la colusión.
Queda claro que la corrupción mata la fe pública, lesiona profundamente el alma nacional y daña la legitimidad de la acción política, socavando la gobernabilidad democrática.
Es evidente entonces, que las personas responsables de estos ilícitos, no podrán seguir con candidaturas u otros cargos de representación popular. Es hora de rectificar, y de hacerlo rápido, antes que se acabe el tiempo político para hacerlo.