Todos hubiésemos deseado que los propios empresarios hubiesen generado los cambios necesarios dentro de sus conglomerados económicos para que Chile gozara de una mayor justicia con los trabajadores en la repartición de la riqueza. Pero no. Tuvimos que llegar hasta la presentación de una reforma laboral para que los sectores más acomodados, accedan –por ley- a abrir espacios para que los trabajadores pudieran equilibrar en algo la cancha.
Y más encima, el gran empresariado lanza diatribas, críticas destempladas y hasta amenazas veladas para oponerse a cualquier tipo de cambio en las reglas del juego laboral. La reforma va y tal como ha dicho el gobierno, va a ser pensada en beneficio de la mayoría, del país, y no en función de un grupo de poder, ni de los empresarios o trabajadores únicamente.
Lo que se está tratando de hacer es buscar mayor equilibrio en una relación empresario/trabajador que hoy es profundamente desigual. La ministra del Trabajo dio a conocer esta semana que según el Observatorio de Huelga Laboral, el año pasado los conflictos laborales fuera de la ley involucraron a 562 mil trabajadores, mientras que las huelgas legales, a solo 44 mil.
¿Los empresarios nos están diciendo que no hay que tocar el modelo para perpetuar esta situación? Esta reforma va a corregir prácticas que atentan contra las garantías mínimas que debe cumplir el trabajo en un país moderno, democrático y que aspira a alcanzar mayores niveles de desarrollo.
En Estados Unidos sorprendió la noticia de un joven empresario dueño de una compañía de pagos con tarjeta de crédito, que se bajó su salario para poder subirles el sueldo a sus 120 empleados. No estamos pidiendo ese nivel de sacrificio a nuestros hombres de negocios, pero al menos estamos pidiendo respeto por la facultad del Gobierno y el Congreso para legislar en favor de mayores niveles de equidad. Esto no es sinónimo de caos, como auguran.
Chile es capaz de tener un mercado laboral más productivo, motivado y comprometido con los planes de desarrollo de las distintas industrias, pero sobre la base de la asociatividad, la confianza mutua y el buen trato.
La reforma laboral está pensada para legislar a favor del bien común y el proceso de diálogo que llevaron adelante el Gobierno y el ministerio del Trabajo no puede ser entendido como un mero ejercicio de lobby en donde los empresarios sintieron que debía aceptarse todo lo que quisieran.
Chile necesita más justicia social y si algunos sectores no van a ayudar a alcanzarla, al menos deben abstenerse de seguir profundizándola.