Las reformas electoral, educacional y tributaria, junto al Acuerdo de Unión Civil, están marcando un giro a favor de los derechos ciudadanos largamente esperado en la historia política y social de Chile, cuyo paso definitivo debiere ser una nueva Constitución.
La agonía política de la UDI, expresada en corrupción e incapacidad para defender el modelo heredado de la dictadura de Augusto Pinochet, es un factor adicional en ese cuadro, cuyo mayor desafío estará entre 2015 y 2017.
En el segundo semestre de este año, el gobierno debiere introducir política e institucionalmente el debate por un nuevo pacto constitucional, a exactos 90 años de forjada la Constitución de 1925.
Hasta ahora la gran duda es qué voz tendrán los ciudadanos en definir la Constitución que probablemente los regirá por los próximos 40 años.
Por una parte, es de enorme importancia histórica la decisión de avanzar hacia una nueva constitución, pero por otro es lamentable que ese debate deba darse con un parlamento surgido de un sistemal binominal, moral y legalmente desechado. De un Congreso, donde algunos de sus miembros incluso enfrentan juicios por defraudación fiscal.
¿De qué sirve una nueva constitución si ella se negocia en una cocina con parlamentarios que han recibido fondos irregulares de empresas?
Justamente, lo que está en entredicho hoy es el pacto social, es decir si educación, salud o vivienda son derechos sociales o bienes de consumo, por decirlo simplificadamente. También el papel del Estado, por cierto.
El primer paso hacia una nueva constitución es su propia validación democrática. Es decir, la Constitución de 2015 no puede nacer ilegítima como ocurrió con la de 1980, aprobada cuando ni siquiera existían registros electorales.
En esa perspectiva, la presidenta Michelle Bachelet debiere convocar a un plebiscito, para que los ciudadanos podamos definir si queremos o no que la nueva constitucipon emerja de un proceso constituyente o de las negociaciones entre Walker, Von Baer y Moreira, en la cocina de Zaldívar.
¿Qué puede ser más esencialmente democrático que impulsar un plebiscito para concordar como sociedad como queremos discutir la nueva constitución?
Es que finalmente edificar hoy democráticamente una nueva Constitución y las elecciones legislativas de 2017, las primeras con un sistema proporcional en democracia, pueden abrir un camino a otro Chile.
En definitiva, hoy hay mucho en juego.