La UDI ha iniciado una etapa agresiva como parte de su estrategia política, y no se trata sólo de una táctica circunstancial. La interpelación al ministro Eyzaguirre mostró la orientación general de la bancada gremialista a la polémica dura. Un video confrontacional ha sido noticia en estos días. Al mismo tiempo, Evelyn Matthei ha empleado un tono crítico en relación a Michelle Bachelet que puede ser considerado subido de tono, aún para los parámetros a que ella nos tenía acostumbrados. Estos comportamientos tienen una relación profunda.
Para partir por lo más significativo, hay que decir que, pese a las apariencias, el destinatario último de las críticas de la ex candidata presidencial no es el oficialismo. Antes que nada se trata de una autocrítica respecto del escaso, escasísimo rol que ha jugado la oposición -y, en especial, la dirección de la UDI- durante todos los meses que llevamos de gobierno.
El destinatario de sus declaraciones son los líderes de su partido. Más bien parece que un juicio público sobre su ineptitud. Es un fuerte tirón de orejas a la dirigencia que había llegado al gremialismo junto a un cambio generacional, primero visto con esperanza y hoy con decepción.
La forma tiene mucho que ver con el fondo. Matthei no pretende dialogar, pretende notificar que ha vuelto quien de verdad entiende lo que está pasando. No califica, descalifica. Sus adversarios viven en el error y ella ha venido a decírselos. La autocrítica no existe.
El regreso de los personajes de la vieja guardia significa un cierto fracaso de la puesta al día en la derecha más radical. Este llamado de atención desembozado fue fácilmente comprendido por sus destinatarios verdaderos. No de otro modo puede ser leída la rápida presentación de un vídeo con el mensaje central de “yo me rebelo” (se entiende contra la “mediocridad” del actual gobierno).
La pésima factura técnica de esta apresurada reacción institucional de la UDI, se parece más al intento de un mal alumno de presentar una tarea a última hora y a como dé lugar, que a un paso bien meditado. Más bien, la campaña debió llamarse “yo me aparezco”, porque durante mucho tiempo la oposición no ha ocupado un espacio que le importe a nadie. Y es eso lo que evidencia el furibundo regreso de Matthei a la escena.
El tono agresivo y fuera de lugar tiene que ver con la búsqueda de ponerse al día. Si esto fuera una novela clásica, debiera llamarse “En busca del tiempo perdido”. Aunque en este caso se trata de un texto mal escrito y a la rápida.
Por último, resulta notable que la interpelación al ministro Eyzaguirre se centrara en el temor; sin base en hechos demostrables. Por eso el efecto contraproducente de esta puesta en escena quedó evidenciado desde el principio, y así lo dijo e hizo sentir RN apenas pudo.
Pero el tiempo demostrará que lo que está fallando no es la persona escogida para lucir la interpelación. El problema radica en el uso del temor como recurso es que tiene fecha de vencimiento si no se refuerza en el tiempo. Y ocurre que el temor se acrecienta con la incertidumbre y disminuye con las certezas. Se ha dicho que se cerrarán colegios (más allá de lo normal cada año), pronto lo sabremos, puesto que nadie cierra un establecimiento de improviso y sin avisar. Se ha dado una lista de colegios que “prometen” cerrar: se puede contrastar a fin de mes.
En otras palabras, es posible que dentro de poco el gremialismo pierda credibilidad en esta materia y pase a la defensiva.
Los movimientos realizados por la UDI no son propios del que va ganando sino del que va retrocediendo. Si le estuviera yendo bien, sus dirigentes hablarían menos y actuarían más. Por eso sería un error copiarle al gremialismo su tono y su estilo. No tiene ningún sentido ponerse a debatir en los mismos términos que emplea el que ha perdido la compostura porque está perdiendo confianza en lo que puede hacer y representar.
Tras los episodios descritos, lo más relevante es que el objetivo político de la oposición ha sido explicitado: “no descansaremos hasta deshacer la reforma”, tal como se dijo en el hemiciclo, por parte del diputado gremialista Jaime Bellolio.
Es bueno que esto se diga porque el camino que se le ofrece a Chile es el peor de los mundos. Lo que no le puede pasar al país es pagar todos los costos de implementar la reforma y, luego, pagar todo el costo de deshacerla. El cambio en educación es un proceso que requiere tiempo, antes que nada requiere tener reformadores que la implementen. Es mucho más sensato perfeccionarla continuamente que destruirla.
Eso es lo que terminará siendo debatido cuando corresponda la definición presidencial, y establezca una evaluación nacional sobre qué hacer de lo hecho y no de lo temido.
Sin embargo, el asunto de fondo, la verdadera promesa que se hace desde la derecha dura, tendrá que probarse que es verdad. “Vamos a influir para que esto cambie” se sostiene ante la opinión pública; a los sostenedores de establecimientos particulares subvencionados se les alienta diciendo “ustedes no están solos, los vamos a defender”. ¿Con que fuerza cuenta para imponer sus puntos de vista? ¿Con qué mayoría consigue cambiar el rumbo?
Lo que la UDI no le puede asegurar a su electorado es que su actuación sirva, en definitiva, para condicionar decisivamente los acontecimientos. Este sitial de honor lo ha perdido hace rato.
Antes la UDI hablaba por la derecha (subordinando a RN) y, a su vez, la derecha tenía capacidad de veto en el parlamento. Ahora no es así. Puede hablar pero no decidir, criticar pero no dirimir, agredir pero no condicionar. Es un tigre de papel y sabe que sus seguidores terminarán por darse cuenta de ello. De allí la redoblada agresividad de sus más recientes actuaciones.
En política, el mayor problema que se puede tener no es la posición que uno tenga, sino que eso importe poco o sencillamente no importe. Lo peor en política es la irrelevancia, lugar desde el cual está tratando de salir la UDI con mucho bullicio pero con poco éxito.
En el fondo, y reducida al papel de observador gritón y furibundo, lo que de verdad el gremialismo espera es que el gobierno y la Nueva Mayoría tropiece, y sea esta caída lo que le abra una oportunidad que hoy brilla por su ausencia. No se ve para qué darle el gusto.