La idea de que nuestro país elabore una nueva Constitución mediante una Asamblea Constituyente produce diversas reacciones.Tanto las contrarias como las favorables tienen algo en común, la pasión con que son sostenidas las posiciones. En este marco, el debate no ha tenido la tranquilidad para que pueda desarrollarse de forma razonable.
Ante la alternativa de realizar una Asamblea Constituyente, más que argumentos con los cuales debatir, lo primero que surge son temores y miedos. Creo que es importante hacerse cargo de los miedos y temores, no descalificarlos, porque en ellos también hay una verdad que debemos considerar si queremos avanzar.
Un primer temor es el carácter refundacional que conllevaría el proceso de Asamblea Constituyente. Se teme que se borre nuestra historia constitucional, disolviéndose aspectos fundamentales que entregan estabilidad a nuestro sistema político y social. Detrás está la imagen de una asamblea furibunda, radicalizada y maximalista.
Una asamblea que surja de un proceso democrático solamente será reflejo de la diversidad política y social de Chile, y expresará en la Constitución esa diversidad de valores vivos de la sociedad. Solamente una sociedad que ha sufrido un trauma o conflicto muy agudo puede pretender otorgarle un carácter refundacional a la elaboración de su Constitución, pienso en casos como Alemania después de la segunda guerra mundial. Nuestra situación no es así.
La urgencia de una nueva Constitución está relacionada con un problema sociopolítico, que es, actualizar las bases políticas e institucionales a la realidad y necesidades sociales del Chile actual, por lo cual no constituye un acto refundacional pero sí transformador.
Otro temor está vinculado con los contenidos que puedan surgir de una Asamblea.Algunos de los más recurrentes son la cantidad de derechos sociales que se puedan incluir, el rol subsidiario del Estado y el peso relativo del derecho de propiedad. Estos temas nos llevan a discusiones que como país debemos dar, de forma abierta y democrática.
Sin duda cuando hablamos de elaborar una nueva Constitución, sea por el mecanismo que sea, es para alterar de algún modo el modelo socioeconómico que esta sustenta.El punto es que estas transformaciones no están dadas a priori, ya que la voluntad soberana de la Asamblea no la conocemos. Sí podemos suponer que habrá una voluntad de transformación, pero esta se hará en el marco de un debate abierto en el que se podrán sopesar las alternativas.
Hay que confiar en el proceso deliberativo que pueda llevar a cabo un cuerpo elegido para esa finalidad, está en la esencia de la democracia representativa, pensar que con ello se está entregando en manos irresponsables o poco pertinentes asuntos relevantes, es atentar en contra principios básicos del orden democrático.
En una cultura democrática como la nuestra, la soberanía debe poder expresarse de forma vinculante tanto en la fase de elaboración del texto como en su ratificación.
El mecanismo de implementación de una Asamblea Constituyente también es un aspecto de incertidumbre. Cómo se eligen los constituyentes, cuál sería su periodo de sesión, donde lo harán, con qué asesoría contarán, bajo qué normas se regulara la Asamblea etc. Este es un tema abierto que puede ser definido una vez que se tome la determinación de utilizar este mecanismo.
Existen experiencias internacionales muy diversas que nos pueden ayudar a encontrar una solución a todas las dudas procedimentales de una Asamblea Constituyente. Lo importante es salvaguardar que la elección de los constituyentes sea realizada a partir de un proceso democrático en que el voto de cada ciudadano tenga el mismo peso y los procesos de deliberación sean transparentes.
Finalmente, la certeza y seguridad jurídica en el proceso de elaboración es otro elemento que es importante salvaguardar. El proceso de elaboración de una nueva Constitución mediante una Asamblea no atenta contra la estabilidad de las instituciones republicanas y los derechos fundamentales de las personas.
Los constituyentes son soberanos pero tienen el límite del respeto a los derechos fundamentales que están avalados en los tratados internacionales y en la Constitución vigente. El proceso de elaboración democrática justamente asegura que éstos serán respetados, el cuerpo constituyente no estará compuesto por personas que vienen a realizar un proceso de elaboración sobre una hoja en blanco, serán ciudadanos y ciudadanas de nuestra patria que reflejarán nuestra tradición republicana y democrática.