03 nov 2014

Trastornos y dificultades para aprender

Las diputadas UDI Marisol Turres y Claudia Nogueira citarán a la Cámara a la ministra de Salud, Dra.  Helia Molina, para abordar el aumento en el número de escolares que son derivados a especialistas por problemas en el aprendizaje, señalando  que se trata de “tomar conocimiento si hay estadísticas o estudios en la materia y si realmente en la población de niños chilenos existe este tipo de problemas”.

Las parlamentarias plantearon que en la actualidad, numerosos son los casos de establecimientos educacionales pagados que exigen a los padres que lleven a sus hijos a fonoaudiólogos, neurólogos, psicopedagogos y otros especialistas con el fin de mejorar o solucionar algunos problemas de aprendizaje en los niños y niñas.  “Estamos en presencia de un grave y oculto problema de salud pública, donde nuestros hijos están siendo derivados en un gran porcentaje a neurólogos por hiperactividad y desconcentración, siendo casi todos diagnosticados con déficit atencional, lo que implica en la mayoría de los casos el suministro de químicos que no sabemos cuáles serán sus efectos a futuro” sostuvieron.

En efecto,  no sólo estamos frente  a un aumento de niños diagnosticados como Trastorno por Déficit de Atención, sino también a un explosivo incremento de niños que  requieren de clases de reforzamiento pedagógico en casa  y de apoyo en la realización  de  sus tareas y preparación  de  pruebas.  Este  fenómeno refleja una  realidad nacional compleja y de muy difícil solución.

Por una parte,  es  preciso  separar  las dificultades para  aprender  de  los trastornos  de aprendizaje. Las dificultades para  aprender  son consecuencia de factores ajenos al niño  y  hoy día  afectan a más  del 30%  de  los escolares, mientras que los trastornos de  aprendizaje , divididos en trastornos específicos de aprendizaje de la lectura y/o de las matemáticas  y trastornos globales para aprender,  están presentes  en un  7%  a  10%  de los escolares.

Ambos  tipos de trastornos para  aprender  deben ser  diagnosticados por  un equipo multiprofesional en el cual no puede estar ausente el profesional de la psicopedagogía. La inmensa mayoría de los   especialistas en  neurología y psiquiatría infantil no posee  las pericias para evaluar y diagnosticar estos trastornos sin el apoyo de un equipo multidisciplinario.

No todos los niños  con trastornos de aprendizaje  presentan déficit de concentración, y  apenas una minoría – no superior al 2 a 3 % en alumnos de  colegios pagados -  es hiperactivo.   Cuando el trastorno de aprendizaje  es secundario a un Trastorno por Déficit de Atención, existen fármacos específicos  que son de gran ayuda para el niño  y no  tienen  consecuencias  adversas a futuro si el diagnóstico ha sido acertado.

El verdadero problema radica en que las dificultades para  aprender  se  confunden con los trastornos  de aprendizaje  cuando  no  se dispone  del tiempo indispensable  para realizar una evaluación rigurosa de la situación. Y el actual modelo de atención de  salud en  especialidades atenta contra la rigurosidad diagnóstica, por cuanto en 1 hora profesional han de ser atendidos al menos  4  niños, realizando una evaluación somera y de superficie.

No hay tiempo para profundizar en la vida cotidiana de ese niño: a qué hora se duerme, cuántas horas  de videojuegos  al día,  cuánta gaseosa consume, etc.  Las  dificultades  para  aprender  son multifactoriales,  las  experimenta el niño pero  los  factores responsables  son  ajenos a él.

En primer lugar  debemos  señalar   como responsable  a un currículo  extraordinariamente abultado en contenidos desde   primero básico, que impide que los alumnos  puedan practicar lo aprendido y comprenderlo para poder aplicarlo. La mayoría de estos contenidos es memorizado “para la prueba” y  las calificaciones  van  siendo cada año más bajas  porque  la memoria se fatiga y se confunde.  

En segundo lugar,  los contenidos curriculares  se  han ido adelantando progresivamente, produciéndose un desfase  entre la  maduración cognitiva  del alumno  para  comprender  información altamente conceptual  a  edades en las cuales  lo natural es aprender desde  la experiencia  del hacer.

Todos  los  profesores  saben que  los niños  durante los primeros años de escuela  se ven agobiados con materias áridas, excesivamente abstractas y descontextualizadas, pero poco pueden hacer  en un sistema  en el cual se les fiscaliza de manera estricta y se les mide por  “materia pasada”.

Un tercer  factor responsable de tales dificultades para  aprender  es  una jornada escolar extendida  dedicada prácticamente en su totalidad a  enseñar contenidos, lo cual  impide  que  los  alumnos puedan  disponer de tiempo para asimilar  lo que aprenden y contribuye a una creciente fatiga mental y física ( estar sentados escribiendo es  muy agotador).

A menudo  a esta cansadora jornada  se  suman  horas en casa realizando tareas, que impiden  que los alumnos puedan estudiar los contenidos  vistos ese día.  El resultado es un  chico/a agotado ansioso de “desconectarse” a través de  la  entretención tecnológica y las redes sociales, grandes consumidoras de  tiempo.

Y hay más factores:  metodologías  de enseñanza  superadas por los tiempos, con escasa innovación  por parte de  quienes  son responsables de la gestión del colegio, niños con  cerebros y mentes muy diferentes a lo que los adultos  creen y   padres  que han perdido el norte de lo que  es  aprender, centrando en forma obsesiva  el éxito académico de sus hijos  en la competencia por las mejores calificaciones (  hemos conocido padres de  chicos de  9  años  que están inquietos por el NEM de  su hijo, es decir, el promedio de calificaciones  para ingresar a la universidad).

En síntesis, esta situación no es un problema de salud pública (no se trata de  sobrediagnósticos y sobremedicación solamente), sino que es la expresión de un complejo problema educacional que será arduo abordar y solucionar.

Tanto los trastornos de aprendizaje como las dificultades para  aprender  exigen  de  la comunidad   no sólo  una mirada atenta, sino aunar voluntades para  aprovechar  esta ventana de oportunidades  llamada reforma educacional  y  buscar soluciones  que irán en beneficio de  todos los niños.

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