Sin odio, sin miedo, sin violencia.
Chile diría que NO al proceso plebiscitario que convocó Pinochet para perpetuarse por ocho años más en el poder.
Los resultados le fueron adversos. La opción del SÍ obtuvo un 44 % de los votos y la oposición a la dictadura un 56%.A partir de ahí nos ganamos el derecho a ser libres y soberanos.
Toda una hazaña electoral, que emociona por el solo hecho de recordarla, especialmente aquellos que tuvimos un rol que jugar en el objetivo trazado, conseguir una salida democrática por una vía pacífica, que nos permitiera volver a decidir nuestro propio destino como Nación.
Algunos historiadores la comparan como la segunda Independencia Nacional. Sin duda fue una epopeya inédita, transitar de un gobierno militar autoritario a una democracia a través de una votación popular. Era poco creíble, jamás se había visto, algo semejante.Fue una guerra ganada con un lápiz, rezaba un titular capitalino.
La presión internacional urgía al dictador. Los movimientos sociales encabezados por los trabajadores, colegios profesionales, estudiantes universitarios y de enseñanza media, las agrupaciones de derechos humanos y sobre todo por la sociedad civil organizada en su conjunto, demandaban mayor espacio de libertad.
Fue una tarea ardua, agotadora, compleja, había que poner de acuerdo a los partidos políticos que antes del golpe se odiaban entre sí. Las mutuas recriminaciones, descalificaciones y reproches por ser los causantes de un período triste y doloroso de la historia, afloraban a cada instante.
Por otra parte, durante los años de dictadura, no se movía una hoja en el país sin que Pinochet lo supiera, con la complicidad de sus servicios secretos de espionaje como la Dina y posteriormente la CNI, causantes de tanto agravio, dolor, humillación y persecución.
Por tanto había que cumplir al menos tres propósitos: Inscribir a los chilenos y chilenas en los registros electorales, que fueron quemados al instante de asumir el mando; diseñar un mecanismo de control en las mesas de sufragio para transparentar los resultados y por último, aprovechar los escasos medios de propaganda, especialmente la TV.
El gobierno lo controlaba todo con mano de hierro. Solo contábamos con dos diarios: La Época y Fortín Mapocho -ambos desaparecidos ya- cinco revistas: Hoy, Análisis, Cauce, Apsi, Pluma y Pincel-todos olvidados- algunas radioemisoras como Cooperativa, Santiago y Chilena, esta última ya no existe. La batalla comunicacional era bastante desigual.
Así nace la famosa e increíble franja del No que llevó un poderoso mensaje de optimismo hasta el rincón más apartado del territorio nacional. Solo con un lápiz y una raya en el voto, los chilenos y chilenas volvimos a sentirnos personas en una patria común para todos. Esa noche del 5 de octubre fue la más larga que a Chile le tocó vivir.
LA ALEGRIA YA VIENE. Fue la nota de esperanza de una sed de justicia marcada en el corazón de muchos ciudadanos y ciudadanas para que las cosas cambiaran.
Lamentablemente en muchos casos no fue así, en especial en aquellos que se relaciona con causas de los derechos humanos violados, detenidos desaparecidos, torturados y perseguidos injustamente hasta darles muerte. Su propósito evidente era mantener a toda una población sumida en el terror. El resultado, en muchísimo casos, fue la más absoluta impunidad sobre todo para los responsables con jerarquía.
Los chilenos y chilenas tratamos de olvidar hundidos en una mala memoria, cómplice de nuestras debilidades humanas.Hoy, con todos los defectos de la Democracia, terminamos parcialmente aclarando algunos hechos como el de los Hornos de Lonquén, los patios de los cementerios llenos de NN con cientos de compatriotas enterrados en el desierto, dinamitados, salvajemente torturados, desmembrados… cuando no, lanzados al Océano y nunca más se supo de ellos, ni menos conocer la información para que sus familias tengan “dónde derramar una lagrimita”, como cantaba el poeta. La impunidad se vuelve a erguir casi majestuosa, ahora vestida con un manto amnésico.
Y a propósito de infamias, uno que otro episodio: La Caravana de la Muerte, con el general asesino, ya no vuela de regimiento en regimiento ordenando matar y sin juicio previo a centenares de presos políticos; los militares ya no queman vivos a jóvenes como a Rodrigo Rojas y Carmen Gloria Quintana, mutilada de por vida. Degollar al líder sindical Túcapel Jiménez, asesinar por represalia a los profesores Natino, Guerrero y Parada; Mario Martínez R. joven dirigente universitario, lanzado al mar frente a las costas de Santo Domingo solo por exigir una justa y legítima democracia y una no breve lista de horribles etc., etc., etc…
Con todas las dificultades y errores cometidos, creemos que hoy respiramos un Chile más limpio y puro: los soplones ya no existen, a los pobladores no se le allanan sus hogares, los trabajadores no son perseguidos para engrosar las listas del PEM o POJH y las Universidades no están intervenidas, los tribunales de justicia no se hacen los lesos frente a los recursos de amparo interpuestos para salvar una vida. Los jóvenes no son detenidos por la mera sospecha de ser contrario al régimen dictatorial y las mujeres embarazadas presas no son violadas ni pierden a sus hijos.
Es cierto.Falta mucho por hacer, qué duda cabe. Al menos, respiramos un aire de libertad que nos costó muchísimo ganarlo. No cometamos el error de volver a perderlo. Sería imperdonable, después de tanto sacrificio olvidado.