Es el verbo. El “retorno del miedo” titulaba el tabloide del grupo Edwards después del bombazo en un patio de comidas de un centro comercial cercano al Metro. El miedo no se ha ido por completo de nuestras vidas. Aquellos que lo instalaron de manera profunda y duradera fueron justamente quienes gustan de anunciar que hoy está de vuelta.
Nunca el miedo y el temor fue tan fuerte como en los 17 años de dictadura y terrorismo de Estado.Tiempo en los cuales muchos no sabían si volvían a sus casas en la noche.
Tiempos en los cuales si eras detenido tampoco sabías si podrías volver y en qué condiciones.
Tiempos en los cuales incluso juntarse entre más de dos, poseer y leer ciertos libros, escuchar cierta música, era un peligro eventual. Ahí, los que éramos jóvenes aprendimos a convivir cada día con el miedo.
También esos años hubo bombazos de dudosa reivindicación. Pero, no hay que olvidar.También se vivieron situaciones de caotización antes del Golpe de Estado.Extrañamente, la derecha política y la económica tienen mala memoria al respecto.
Huelgas, paros, voladura de puentes, atentados, acaparamientos, tuvieron lugar antes del 11 de septiembre, y hoy está bien documentada la participación de grupos de derecha y oposición de aquel entonces.Por de pronto, en el asesinato de dos prominentes miembros de las Fuerzas Armadas, el general Schneider y el edecán del Presidente Allende, Capitán de Navío Arturo Araya P.
¿No le parece grave estimado lector y lectora, que para crear sensación de desgobierno y caos – o para torcer el rumbo de la política democrática-, se ciegue la vida de tan altos oficiales? ¿Eso nos da una idea de a qué estaban dispuestos, no es así?
Tenemos que preguntarnos más fríamente ¿para qué estos actuales atentados? ¿Tienen alguna lógica? ¿A quienes favorecen?
Si no tienen ningún objetivo declarado –cosa que no deja de ser extraña-, entonces serían expresión de un puro nihilismo destructivo o, simplemente, de los deseos de infundir miedo y temor. Infundir miedo y temor, ¿para qué? ¿Inmovilizar? ¿Paralizar? ¿A quiénes?
Fíjese las casualidades del destino. Ese mismo día, a la salida de una reunión con la Presidenta, el representante de una gremial poderosa de empresarios y comerciantes, sostenía que las reformas están generando “incertidumbre” (no en sus tasas de ganancia por supuesto ), y además advertía sobre el “lenguaje” que debe usarse con ellos de parte de los señores políticos.
Qué interesante,¿ no le parece? Con lo cual quedamos avisados usted, yo y los demás, ciudadanos de a pie: no hay espacio para introducir cambios reales en el modelo neoliberal impuesto a fuego, porque ya se sabe lo que vendrá.Si esto fuese así, lo que tenemos por democracia no sería más que un simulacro. Un simulacro bien caro para todos nosotros y que se repite cada cuatro años.
No habría posibilidad (léase, por ejemplo, vía nueva Constitución), para nosotros, el pueblo soberano, de elegir otro modelo de desarrollo y sociedad.
Por tanto, de ser este el caso, tendremos que hablar con algo más de veracidad y verdad, dejar de usar el sustantivo democracia. Hablar más bien de que tenemos una poliarquía o una democracia “protegida” (¿le suena conocido ?).
Estimado lector y lectora, no se deje manipular. No pierda su condición ciudadana.Lo importante es que no deje de pensar y reflexionar.