El lunes 8 de septiembre, desalmados y cobardes atentaron contra el pueblo.Fueron personas inocentes quienes sufrieron las consecuencias de una bomba puesta por delincuentes incapaces de dar la cara. Estos criminales atentaron e hirieron a gente de la clase trabajadora, que muchas veces sufre los abusos del sistema que estos mismos desadaptados dicen combatir.
Estos individuos no merecen más que el repudio total de todos quienes creemos en la democracia, la legalidad y la vida civilizada. Nada justifica la violencia, el daño a otras personas, el asesinato o el intento de asesinato. El fanatismo y el terrorismo de cualquiera naturaleza, político o religioso, han traído una estela de desgracias a lo largo del mundo y no permitiremos que ese tipo de expresiones siquiera se asomen en Chile.
Nuestro país es un lugar seguro y lo seguirá siendo. En eso, no queda otra actitud que ponerse detrás de la Presidenta Bachelet para transmitir un mensaje de unidad nacional y de férrea defensa de nuestros valores como sociedad. Hay que mejorar las instituciones y la ley para combatir este tipo de fenómenos y en eso debemos estar todos unidos.
Pero nunca faltan aquellos grupos mezquinos, abusivos y faltos de coraje que intentan sacar una ventaja política por muy pequeña que sea.Sembrar el terror parece ser una práctica no sólo atribuible a estos grupos cobardes que actúan en el anonimato. Hay otros que lo hacen a rostro descubierto sin darse cuenta de la consecuencia de esta actitud.
También debe ser condenada la actitud de la UDI en particular y de otros grupos de poder que han sido particularmente activos en sembrar el temor entre las familias chilenas por el avance del programa de gobierno.
A la luz de la campaña que vienen realizando desde marzo, pareciera ser que su afán es sumar miedo a la opinión pública ante las Reformas a la Educación y Tributaria, de modo de generar una sensación térmica de que todo está mal.
En vez de proponer acciones de unidad, de respuesta inequívoca contra la violencia en todas sus formas, en vez de aunar esfuerzos contra la actividad criminal, de ponerse al servicio de la Patria, o de transmitir confianza y seguridad a los chilenos, ellos prefieren obtener beneficios mediáticos con la lejana esperanza de volver al poder, generando un falso ambiente de inseguridad, caos y desgobierno.
En eso, esperamos que también la prensa actúe de manera sensata, responsable y profesional, poniendo sus líneas editoriales –legítimas por supuesto- no al servicio de un solo sector político, sino que al servicio de la ciudadanía.
Lo más fácil es caer en la tentación de buscar el titular alarmista, en sembrar la idea del pánico, cuando lo más difícil es ser capaz de ofrecer un análisis calmo, sopesado, profundo e informado acerca de por qué están pasando este tipo de cosas en la sociedad.
Nadie debería ofrecer flancos a los terroristas; nadie debería ser caldo de cultivo para lo que estos grupos persiguen: infundir temor.
Es por eso que al terrorismo hay que repudiarlo en todas sus formas, sin contemplación y venga de donde venga: de delincuentes y cobardes que se escudan en el anonimato, pero también de aquellos que creen que el miedo es un capital político que debe ser explotado.