El apoyo de la Nueva Mayoría al programa de Gobierno no está bajo cuestionamientos.El país necesita transformaciones reales que pongan atajo a males sociales que son urgentes y que tienen que ver con cómo damos más dignidad a las familias, a los trabajadores, las pymes y, en especial, a aquellos que enfrentan condiciones menos ventajosas en el contexto nacional.
Hasta ahora, el modelo ha sido generoso y eficiente con el segmento que se lleva la mayor parte del ingreso del país. Ellos sí tienen libertad de elegir el sistema de tributación, el sistema de ahorro para la vejez, el sistema de salud, la educación de sus hijos y el barrio donde vivir; para la abrumadora mayoría del país, esa libertad de elección es aparente, parcial y en algunos casos, inexistente.
La Reforma Tributaria, al igual que la Reforma Educacional, ha sido concebida como la principal política pública correctiva para muchas de las iniquidades que aún afectan a Chile y ese hecho es el mandato político esencial que aglutina a la Nueva Mayoría.
Es por eso que los pasos que se den en ese sentido deben ser meticulosamente cuidados, planificados, consensuados y defendidos al interior de la coalición gobernante.Errores no forzados que se han producido en la tramitación de la reforma tributaria debieran ser limitados al máximo para no abrir frentes de debate desgastantes.
Ya tenemos suficiente oposición de la derecha e incomprensión en algunos otros sectores, como para darnos el lujo de que problemas de comunicación impacten indebidamente en el logro del programa.
Hay que afinar la mano. Estamos pidiendo al país que todos los sectores hagan un esfuerzo económico y de mejor gestión, para aportar más a la recaudación del Fisco, con miras a que esos mayores ingresos sirvan para dar mejores estándares de vida a toda la población, sin distingo de cuna. En ese diseño, las Pymes están haciendo un gran esfuerzo, una contribución que incluso llega a tocar el límite de la rentabilidad, como es el caso de los productores pisqueros.
Agradecemos que se haya corregido la definición de la tasa impositiva para el segmento productor de pisco, pero quedan algunas dudas respecto de cómo cooperar a su vez con el desarrollo a largo plazo de estas cooperativas y pequeños productores.
El Gobierno debería estudiar líneas de apoyo en materia de innovación, costos de energía, capacitación y competitividad, de modo de dar proyección en el largo plazo a productos que si bien son emblema de las exportaciones de Chile, enfrentan escenarios de comercialización cada vez más complejos.
Dicho de otra manera, las exportaciones chilenas no ganarán espacios de mercado en el exterior con altos costos de energía, huella de carbono asociada a la producción de bienes y servicios o falta de capacitación.
Los productores de pisco o vino están haciendo un esfuerzo para cumplir con la demanda que hace el país por una mejor educación, salud y un largo etcétera, pero esa contribución podría ser recompensada con acciones que el Estado puede emprender a través de organismos como CORFO –por ejemplo- para que la producción nacional gane en competitividad. Ese sería un buen trato y un nuevo trato con la Pyme.