Si le preguntáramos a un extranjero quién es la persona más rica de Chile, sin duda contestaría “Mr. Moya”.Obvio, si lo paga todo.
Aunque cada vez “Mr. Moya” se transforma en un potentado más rico, sin duda no estará entre aquellos que pagan impuestos. Mr. Moya vive a costa de todos nosotros.En la destrucción en los colegios y liceos: paga Moya.En la destrucción de los buses del Transantiago, con ocasión de las celebraciones de rigor, ya sea fútbol o espectáculos al aire libre: Mr. Moya nuevamente se pronuncia.
La voz de la “calle” sin duda tiene a este señor como socio permanente: paraderos de buses, señalética, amoblados municipales totalmente arruinados. Chile es un país sísmico por naturaleza, por lo que no necesitamos que su propia gente se comporte de esa manera.
Aquí lo que es de todos, es de nadie.Por lo tanto, siempre Mr. Moya será el responsable de asumir los costos de esta barbarie y de los destrozos. Sin duda este connotado señor ha sido parte de nuestra historia, pero lo preocupante es su creciente participación en las finanzas nacionales.
Por el contrario, aquellos que podríamos denominar “la voz de la vereda”, o mejor dicho, aquellos que no son capaces de influir en las autoridades de turno ni en los medios de comunicación, deben financiar con su propio dinero o peculio, aquellos destrozos realizados por estos “jóvenes idealistas”, quienes se ensañan con sus kioskos, locales, oficinas, en una suerte de orgía o rito satánico. En esos casos, Mr. Moya no se aparece, no existe.Si en el sur le queman su herramienta de trabajo a un agricultor…Mr. Moya también está de viaje…
Esta situación, que se ha radicalizado en el último tiempo, y que a mi juicio se agudizó bajo la errática conducción del ex ministro del Interior, señor Rodrigo Hinzpeter, es responsabilidad de todos. No sólo de los tres poderes del Estado: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, sino que también del denominado cuarto Poder: la prensa –la que con la difusión incesante de los actos vandálicos da tribuna a este grupo de enajenados mentales denominados “encapuchados”- y de nuestra propia sociedad, por su desidia y pasividad ante estos hechos punibles.
Sería útil entender que a nivel internacional, especialmente en los países de formación sajona, Mr. Moya no existe. Si debes, pagas.Si rompes, pagas. Así de simple.
En este contexto, recuerdo una interesante conversación con un abogado norteamericano, quien me explicó que en su país la aplicación o ejecución de la Ley es un imperativo que se plasma en la realidad cotidiana y que-en consecuencia- tanto la policía como la ciudadanía tienen claramente delimitadas sus competencias y limitaciones. Si te sobrepasas o extralimitas, me señaló con convicción, todo el peso de la ley recaerá sobre ti, ya seas una autoridad o un ciudadano.
Un simple ejemplo. En Estados Unidos,si un menor de edad comete alguna infracción o delito en su establecimiento educacional o fuera de éste, sus padres son solidariamente responsables de los daños patrimoniales que ocasione.Todos saben y respetan eso, ya que las demandas judiciales – indemnizatorias – son por montos elevados y en consecuencia, de temer.
En Chile, quien debería pagar los daños derivados de la conducta delictual e irresponsable de los “encapuchados” son sus autores y en subsidio, debieran ser sus padres. En nuestro país, al igual que el resto del mundo, los padres son los representantes legales de sus hijos.
Convendría recordar dicha norma, ya que al parecer, la obligación de crianza, corrección y orientación de estos “jóvenes idealistas” por parte de sus padres, no se está realizando o cumpliendo a satisfacción y en consecuencia, son responsables de ello.
No queremos a Mr. Moya en Chile. Que se vaya de una vez por todas.