Terminamos la columna anterior haciendo referencia tanto a las palabras de Tironi que nos hablan de como la ética neoliberalista y de mercado ha penetrado las conductas y hábitos de nosotros los chilenos, y, al mismo tiempo, frente a eso, de la necesidad de reconocer y forjar en conjunto una ética de resistencia al modelo imperante.
Tironi pone sobre la mesa algo que es real, en su justa medida, todo régimen económico-político requiere reproducir la figura de humano que necesita para continuar existiendo en el tiempo. Y para eso están, entre otras cosas, los medios de comunicación y la misma educación.
Pero, después agrega que –al parecer- la ética de mercado es la única ética válida y posible en este contexto, o la única ética social deseable.Y, claro, hasta allí llega mi acuerdo con sus palabras.
Según gente como él ya nos habríamos habituado a que nos esquilmen y maltraten en retail, supermercados, bancos, farmacias, universidades, la salud, las AFP, etc. Que, a costa de nuestros trabajos, ellos hagan negocios en las distintas bolsas del mundo y más encima nos cobren intereses por sus manejos.
Nos habríamos acostumbrados a que el agua por ejemplo (como el cobre), recurso mundial hoy fundamental, haya sido privatizada por la derecha cívico-militar, y que deje de ser un bien público y se transforme en mercancía.Lo mismo que la educación en general.Lo mismo que las viviendas, los barrios y plazas. Todos ellos en manos de grandes inmobiliarias que presionan a las personas y los municipios en función de hacer negocio, es decir, de convertir en mercancía su casa, su barrio, o su plaza.
La ética del capitalismo mercantil no aprecia la gratuidad, ni el bien común. En su lógica, lo que no tiene precio carece de valor.Sean personas, aptitudes, servicios, o, poesía, filosofía, música,lo que sea. Aquello que no puede venderse no es real.
Más aun, llega al extremo – esa ética-política- de que para que algo sea verdadero es necesario poder colocarlo en el mercado, si no, no existe, no es algo real, no “vale” la pena. Y estos criterios terminan alcanzando la propia actividad universitaria, la investigación misma, la creatividad, sea en la ciencia “dura” o en las ciencias sociales. Es el totalitarismo de la lógica mercantil y privatizante.
Como decía el monje trapense Thomas Merton, “vendrá un tiempo en el cual te venderán tu propia lluvia. Por el momento es gratis todavía, y estoy en ella. Celebro su gratuidad, y su carencia de significado”.
Qué bueno que algunos liberales y los representantes de las burocracias privadas digan lo que son y aprecian- el mercado,la propiedad privada como supuesto derecho superior, la rentabilidad y competencia- pero uno les pediría que fuesen más modestos, y no hablaran a nombre de todos nosotros.
Nosotros, los ciudadanos de a pie, no los hemos elegido a ellos para hablar o hacerse ricos en nombre de la sociedad.
¿Por qué deberíamos adoptar esta ética –la del capitalismo liberal y mercantil- como la mejor y la única posible?
¿Acaso ha solucionado en algún lugar los problemas de las enormes desigualdades?
¿La explotación y esclavitud de mujeres y niños, el maltrato y contaminación de la naturaleza?
¿El soborno y la nihilización de la cultura y la política?
De nuevo para decirlo con T. Merton, este modelo de economía y de sociedad, supuestamente el único y el mejor, es como (…) “el aprendiz de hechicero que gasta miles de millones en instrumentos de destrucción y cohetes espaciales, pero no puede proporcionar lo necesario para comer y vestirse decentemente a dos tercios de la humanidad”.
Al parecer, aun hoy, no todo lo real es racional.