Los recientes despidos de funcionarios públicos derivados de la llegada al poder de la Nueva Mayoría, sólo vino a confirmar un justificado temor que rondaba en el ambiente.
Recuerdo que cuando asumió el ex Presidente Piñera, a sus despidos se los denominó persecución política. Hoy, la nueva administración los justifica aduciendo ser dichos cargos de exclusiva confianza y como consecuencia de una necesaria renovación en los altos cargos directivos que se ajusta a la ley, por lo que tal persecución sería inexistente.
Por otra parte, cuando con un grupo de dirigentes postulamos al Directorio de la ANEF el año 2011, pude comprobar que pese a los 40 años transcurridos del Gobierno Militar, aún persiste en algunas personas la intolerancia y la odiosidad hacia el adversario gremial y/o político. Fui testigo, en una Asamblea de la ANEF, de la amenaza de una dirigente – creo que comunista- a otra de la entonces Concertación, por el pecado de esta última de “trabajar en el ministerio del Interior, para el Gobierno de la Derecha”.
¿Qué dice el Presidente de la ANEF, señor Raúl de la Puente y su Directiva de estos despidos?En su estilo, solo vaguedades, por lo que no sería posible contar con su apoyo y protección.
En otros casos, las advertencias suelen ser más sutiles y normalmente provienen de terceros, transformándose éstos en simples mensajeros.Su mensaje sería fruto “de los tambores o pasillos ministeriales”, no pudiendo por lo tanto identificarse el origen ni la veracidad del mismo.
Conozco casos de amigos y el mío propio, donde esos tambores exigen nuestras cabezas, por no estar en el lado políticamente correcto.
Estas intimidaciones, directas o veladas, no tendrían un terreno fértil, si los históricamente Gobiernos de turno cumplieran con el Estatuto Administrativo y sus normas complementarias y afines. La precariedad del empleo público es notoria, siendo un grave problema para el desarrollo del país, el cual no ha sido todavía dimensionado por la clase política, más interesada en su reelección que en los intereses permanente del país.
Por lo mismo, no es prudente que más de un 60% de los funcionarios públicos estén contratados bajo la modalidad a contrata u honorario.Esta situación propicia la arbitrariedad, restringiendo la transparencia y profesionalización de la carrera funcionaria.
Por ello, debemos buscar fórmulas inteligentes que armonicen por un lado la eficiencia del servicio público y por otra, la movilidad-estabilidad funcionaria.
Un panorama de vendettas personales no es sano para el propio Gobierno y el país, ya que puede causar daños imprevisibles.La Independencia de Estados Unidos y la de nuestra América Latina se gestaron en gran medida por un sentimiento de rebelión, que ya anidaba en los patriotas o criollos, y que fue estimulado por acciones destempladas y discriminatorias, entre otras causas.
El ser humano ante estos escenarios puede optar por aceptar las injusticias (directa o pasivamente), repudiarlas u optar por la neutralidad.
Es evidente que la gran mayoría de la ciudadanía se ve obligada a aceptar las arbitrariedades o apela a la neutralidad, porque es natural y humano velar primero por la integridad personal y familiar, antes que la defensa de un tercero desconocido.
En suma, tal como me comentara un francés, a quien consulté sobre el comportamiento de su familia durante la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, me respondió: mi familia no hizo nada heroico, se limitó a sobrevivir.
En lo personal, sigo el consejo de Benjamin Franklin, quien afirmaba al empezar la guerra de Independencia norteamericana, que era mejor que los colgaran a todos juntos, que por separado.Por lo tanto, dada la coyuntura actual, busco compañeros de soga.
Confío que el lector haya concluido que la indefensión del empleado público es lamentable, porque la política sigue interviniendo en las decisiones administrativas en el Estado, más allá de la retórica que afirma lo contrario. En algunas reparticiones la política puede influir más que en otras, pero eso también dependerá de la capacidad y personalidad de la autoridad designada, entre otras variables.
Esta histórica debilidad institucional origina un excesivo temor reverencial hacia los Directores y Jefes de Servicio, cultivándose y valorándose en el medio el llamado “perfil bajo”, que se traduce en la práctica en “no hacer nada que pueda ser usado en contra de uno”, impidiéndose por lo tanto el surgimiento de liderazgos y afectando de paso, la calidad en el diseño y ejecución de las políticas públicas del Gobierno de turno.
Finalmente, lamento que durante el Gobierno del ex Presidente Piñera haya quedado pendiente la modernización del sector público y de la Cancillería. Confiemos que ese desafío lo asuma el nuevo Gobierno, por ser este un imperativo nacional.