14 mar 2014

Rodrigo Peñailillo

No hay que ser un prodigio para saber cómo es que va a reaccionar de buenas a primeras la élite política consagrada y los analistas asentados de la plaza a la llegada de Rodrigo Peñailillo al ministerio del Interior: con escepticismo. La ausencia de misterio se debe a que esta es la forma de reaccionar que usualmente han tenido respecto de todo lo nuevo en política, en especial respecto de los liderazgos emergentes.

Sin ir mas lejos, y guardando las proporciones, esta fue exactamente la forma cómo reaccionó la mayoría de la “clase política” respecto de Michelle Bachelet cuando daba sus primeros pasos en la carrera que la llevaría a la Presidencia. Fue también la impresión inicial que la gran mayoría tuvo respecto del equipo recién formado del segundo piso en el primer gobierno de Bachelet, que era llamado con ironía el “entrepiso”.

En esto no hay ninguna novedad. Es lo usual. Los mismos que hoy son estrellas consagradas del escenario político local fueron recibidos en su momento con idéntica reacción apocadora, chaquetera, autosuficente y prejuiciosa.Este tipo de reacciones espontáneas refleja una de nuestras características nacionales de la que menos podemos enorgullecernos.

Pero, más allá de este “comité de recepción” a la primera línea de la actividad pública, lo que no se puede negar es que los desafíos que tendrá que afrontar el nuevo gobierno son enormes, asomarán desde el inicio mismo del mandato y requieren de una tremenda capacidad política para implementarlos, pese al sin número de obstáculos presentes. Por eso vale la pena salir del prejuicio y entrar en el análisis sobre lo que es posible esperar del desempeño de las principales autoridades.

En el caso de Rodrigo Peñailillo, lo que importa no es desear desde la partida que le vaya bien o mal, sino identificar las condiciones de éxito que requiere el ejercicio de sus funciones para saber qué posición efectiva están asumiendo los actores principales respecto del ejercicio de su liderazgo.

Las condiciones que se pueden identificar como principales para que Peñailillo cumpla la misión que se le encomendó están referidas a cinco materias.

El rol suprapartidario; la constitución de un equipo de respaldo; la vinculación política; la mantención de los énfasis programáticos y, la resolución de conflictos. Cada uno de estos aspectos es sencillo de explicar.

En política nadie viene de la nada ni deja de tener vida política después que sale de los cargos. Al revés, sería muy malo -y desde luego imposible- que un ministro llegara a su puesto sin historia, sin partido, sin trayectoria y sin porrazos previos.

La razón de porqué no se licita el puesto de jefe de gabinete es porque la calificación tiene mucho que ver con una cierta madurez en el ejercicio del liderazgo que sólo se obtiene haciendo política activa más que estudiando como otros lo han hecho antes.

El más inteligente de los analistas puede ser el más tonto de los ministros. Porque la política son relaciones humanas de poder cuyo manejo únicamente se alcanza practicándola. Por eso se puede decir que no hay quien esté preparado con anticipación, por destino o por cuna para la dirección de los asuntos públicos. Lo que sí se puede afirmar es que quienes han aprendido de política práctica desde las más diversas posiciones y han sabido sobrevivir a la experiencia, tienen el mejor pronóstico respecto de lo que ahora les toca desempeñar.

Con todo lo dicho, la conducción de gobierno requiere adoptar una posición novedosa respecto de cuanto haya hecho un líder hasta ese momento, debe aprender a ponerse por encima de la defensa de los intereses de un partido en especial. De algún modo ha de entender que se hace responsable de mantener una coalición vigente y de relacionarla con la presidencia.Esto no se hace por pura generosidad sino por la necesidad de hacer que el gobierno funcione.Ésta es sin duda la primera condición a cumplir.

La segunda condición se relaciona con el ejercicio de la humildad. Nadie puede pretender ser un dechado completo de todas las virtudes existentes. Tampoco puede abarcar por sí mismo las diversas perspectivas que, desde la Nueva Mayoría y con toda legitimidad, aportan diferencias de acento, intereses y valores al programa común.Esta riqueza en abanico debe estar presente en el equipo que conforme Interior para procesar y canalizar puntos de vista diferentes. En otras palabras, el ministro debe recoger la diversidad que debe conducir.

La tercera condición de un liderazgo efectivo es, en este caso, la expresión hacia afuera de lo que se practica en casa. Esto quiere decir que el Ejecutivo ha de considerar la opinión de las bancadas parlamentarias que lo apoyan, de los partidos que le dan sustento y ha de tener una fluida comunicación con los partidos de la oposición. Las vinculaciones políticas hay que mantenerlas despejadas y fluidas siempre.Especialmente cuando hay conflictos y, ya lo sabemos, los conflictos serán el pan de cada día en el período que se abre.

Pero el diálogo no se practica desde el gobierno para claudicar o para llegar a acuerdos a cualquier costo. Se dialoga para poder cumplir con el programa comprometido con el país. Y por eso hay que ser efectivos y demostrar que el camino de los cambios permanece abierto y vigente en cada momento, pese a las dificultades. El que conduce lo hace en una dirección y con un propósito y esto es lo que no hay que perder de vista para no ser arrastrado, cuando se cree que se está conduciendo.

Por último, lo que diferencia el ministerio del Interior de cualquier otro ministerio es que es aquí donde radica la resolución de conflictos, sea directa o indirectamente. Es el lugar donde se hace más cierto aquello de que cada día tiene su propio afán.Hay que pensar en el largo plazo, pero aquí se arriesga la vida en cada coyuntura y esto es lo que hace particularmente difícil en trabajo.

Lo que falta por preguntarse es si estas condiciones podrán ser cumplidas por Rodrigo Peñailillo.Y la verdad es que no se ve motivo para que ello no ocurra. Tiene las capacidades y el respaldo presidencial que se necesita.Desde luego, requiere del apoyo de muchos, pero hay razones de sobra para que lo obtenga.

Quien vea en la política de gobierno puros destinos particulares y no la suerte de un proyecto común, ya es hora que se dedique a otra cosa. ¿Qué tal si, para variar, le damos la bienvenida sin más?

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