El triunfo de la Presidenta Michelle Bachelet abre el camino hacia un nuevo acuerdo constitucional, que deje atrás la Constitución nacida en dictadura, modificada con éxito en el proceso transicional, pero que no se adecua al Chile de hoy y del futuro.Necesitamos una Constitución que nos permita mirar los próximos 50 años bajo un paraguas común y compartido.
¿De qué trata esta nueva Constitución? El piso mínimo es la derogación del binominal (y su reemplazo por un sistema proporcional), de las leyes orgánicas constitucionales y del control preventivo del Tribunal Constitucional.
Ello nos permitirá tener una verdadera política de mayorías pudiendo identificar claramente a quien gobierna y quienes son la oposición, sin vetos ni condicionamientos ni confusiones, y donde la voluntad del legislador no tenga filtros contra-mayoritarios.Debemos fortalecer la política democrática y ello sólo se logra con más democracia. No más democracia a medias.
Pero igualmente la Presidenta nos invita a una nueva Constitución de contenidos. Es una propuesta programática valiente, posible y responsable. Estoy totalmente de acuerdo con ella y estimo que es lo central de la discusión política que viene.
La nueva Constitución que se enmarca en un nuevo ciclo político que nos impone la obligación de pensar y buscar acuerdos mayoritarios sobre el modelo de sociedad que queremos, y bajo que reglas básicas se desarrollaran los distintos proyectos políticos de centro izquierda y centro derecha.
La Nueva Constitución busca dar un paso hacia un modelo social y democrático de derecho, dejando atrás el actual que da demasiada preeminencia a las libertades individuales y económicas.
Una constitución de los derechos fundamentales de los niños, niñas y adolescentes, que otorgue mayor igualdad a las mujeres, que reconozca los pueblos originarios, y donde las libertades políticas permitan mayor participación de la ciudadanía.
También es indispensable avanzar en un sistema de derechos sociales propiamente tales (no bienes de consumo) de desarrollo progresivo como la salud, la educación, el trabajo, el desarrollo sustentable, el emprendimiento y otros.
Urge instituir una profundización de la democracia regional. Necesitamos regiones más autónomas en la toma de decisiones, con autoridades electas y con mayores competencias y autonomía política y financiera.
Lo anterior sólo se puede dar en un marco institucional pero participativo. La sociedad civil debe concurrir (debemos pensar los caminos) en el proceso de creación de la nueva Constitución. Hoy no es posible tener un texto de convivencia que deje de lado a los ciudadanos.Los representantes debemos comprender esto y ser verdaderos canalizadores de sus inquietudes. Este es uno de los grandes desafíos de los partidos políticos.
La invitación para la Democracia Cristiana está en ser parte de este nuevo acuerdo social y no ser simples administradores de un modelo que no es nuestro y que nos amarra desde hace décadas.