15 nov 2013

Humildad

Ayer me preguntaron si estaba contento con mi decisión de ser candidato. La respuesta fue instantánea. Y el porqué también.

Después de haber caminado calles y plazas, tocado timbres y puertas, golpeado ventanillas de autos y conversado en las ferias con vecinos y vecinas sólo puedo estar agradecido de la sinceridad y entusiasmo de cientos de personas que se dieron el tiempo de transmitirme -la mayoría de las veces con respeto- sus opiniones, sueños, esperanzas y decepciones.

En muchas ocasiones visité organizaciones sociales y comunitarias, o simplemente compartí un rato con grupos de vecinos de Ñuñoa y Providencia, al finalizar agradecían mi presencia y el “haberme dado el tiempo” para conocerlos.Así de conmovedor y de sorprendente; la gente agradece que uno les dedique algo de tiempo cuando, sin duda, el agradecimiento debiera ser a la inversa. Yo debo dar las gracias.

Agradecer a los muchachos de la Rosita Renard que me invitaron a jugar fútbol con ellos y que no repararon en lo malo que soy para la pelota.

Agradecer a la señora Fanny en la Villa Frei que, no sólo nos abrió las puertas de su casa sino que nos regaló té y galletas caseras.

Agradecer al grupo de madres trabajadores que ayer explicaban sus desconfianzas hacia la política y los políticos; sus anhelos en materia de educación e igualdad de oportunidades, sus angustias cotidianas en materia de seguridad y sus temores frente al tráfico de drogas.

Agradecer a cada una de las personas que bajó la ventanilla de su auto para recibir un volante. A muchas de ellas que me entregaron su apoyo en las calles e incluso a algunas, que educadamente me explicaron que votarían por alguien más.

Agradecer la posibilidad de conocer tantas obras e instituciones. Dar gracias por haber sido invitado a firmar acuerdos por la inclusión educativa y por la igualdad.

Este proceso me ha enseñado mucho, y de la infinidad de cuestiones que he aprendido es que nuestra democracia se fortalece no sólo con más elecciones, que ella necesita de políticos en terreno siempre, que pese a que la televisión, la radio o las redes sociales parecen ser más eficientes, es en el contacto directo donde se enriquece la capacidad de interpretar realmente las inquietudes, anhelos y aspiraciones.

Para ser electo se necesita calle, para hacer un buen trabajo en la Cámara de Diputados, mucho más que eso.

Asumo con humildad todo lo que me enseñaron los habitantes de Ñuñoa y Providencia, e independiente del resultado, sé que esta experiencia es por lejos la escuela más formadora por la que he pasado en mi vida. La política para mí ya nunca será igual.

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