Finalmente el vocerío, el papel picado y las palomas con rostros sonrientes jalonan las calles una vez más.Muchos colores, escasa variación de nombres y apellidos, slogans penosos y autocopiativos (un gran equipo, confío en él, en serio…).
Las encuestas, timoratas, temen al ridículo y la humillación al que ya han sido objeto dos veces en el último tiempo, en especial, desde que el voto es, por fin, un derecho y no una obligación.
Las promesas llenan las bocas autocomplacientes de quienes se aprestan a renovar su escaño, ilusiones que hacen aparecer ese postergado bienestar ante un cada vez más desengañado electorado, como la brillante moneda de plata en la mano del prestidigitador, antes de desaparecer una vez más bajo las mangas anchas de la inercia, el compadrazgo, el cálculo, la corrupción.
Algo diferente, sin embargo, parece querer liberarnos de la tentación, ahora que se puede, de no acudir a ejercer nuestro algo devaluado derecho ciudadano de sufragar.
Son los nuevos planteamientos, de la mano de nuevos líderes, ninguneados por la prensa oficial, sospechosamente complacientes sus telegénicos propaladores con las dos blondas aspirantes del duopolio, y también ninguneados entre ellos mismos, como debe ser en la beligerante atmósfera social que vivimos.
Es que el mundo ha aprendido a decirle cada vez más claramente que no al neo capital especulador y a su amistosa lógica de apartheid crediticio.
Las masas siguen marchando en las calles del mundo, demostrando que la bolsa de valores no es el camino al éxito y que un mall lleno de baratijas y un supermercado lleno de comida chatarra no son sinónimo de felicidad, y todo ello, pese al intento, evidente, de desinformación, dictaminado por oscuros personajes que hacen pesar su influencia y prosapia detrás de la cortina de los noticieros televisivos y diarios oligárquicos de amplia circulación.
Entonces se pretende imponer la retahíla de supuestas buenas noticias ante los ojos del ofuscado elector que ya no sabe cómo llegar a fin de mes, ese ciudadano medio que no es usted, señor senador cómplice pasivo, ni usted, señorita panelista hipster, ni usted, señor columnista de mercurial fuste, ni menos usted, señora candidata.
El carnaval popular futbolero, controlado por la engolada banca de la elite, la conmemoración, sospechosamente impostada de los años del gorila y la plata dulce ochentera superponiéndose en incestuoso matrimonio a la supuestamente añorada democracia noventera estilo Viva el lunes, aquella de los timoratos acuerdos.
El apretón de manos Longueira-Lagos como epítome de lo que nos dicen, es y será por siempre, lo mejor para Chile. Luego asistimos a colas monumentales en cuanta venta de bodega existe, de cortauñas a departamentos en verde, al apogeo de la subcontratación y el temporero, al agotamiento de paquetes de viajes en cuotas a pagar en cien años, la ciudad que se llena de sanos jóvenes caucásicos que se trasladan en sus bicicletas vintage al trabajo que les queda… a dos cuadras, a la profusión de teléfonos inteligentes en manos de cada vez más tontos usuarios, etc.
Pero si hay algo de rescatable entre toneladas de basura mediática son estas voces, estas marchas, estas consignas que rompen, con distinto énfasis y disonancia, con el torpe empate y la mezquina actitud de repartija y gatopardo.
Los jóvenes que despertaron a sus adormecidos padres y coparon las calles, las discusiones y las ideas hoy esperan no ser defraudados y no se comprarán el verso como nosotros o nuestros propios padres.
Es razonable el miedo de ellos a volver al subdesarrollo en el que se criaron, claro, pero quizás entiendan que hoy nadie vive en el mejor de los mundos posibles. Ya gritamos bastante, detengámonos a oír un momento.
El discurso de Sfeir, suena hippie a los yuppies pero su actualidad es más contingente de lo que ellos creen. Marcel Claude, vitriólico, pero con argumentos claros, denuncia con fuerza que la pirámide que sustenta a los “super ricos” debe por fin nivelarse, y cuando ello ocurra, el apocalipsis maya no llegará, Franco Parisi, mal que les pese a varios, fue el primero en educar a las audiencias, compartiendo conocimientos sólo destinados a iniciados economistas, y advertir que no había crisis alguna, sólo tinglados de especulación para postergar cambios que se pueden hacer, Roxana Miranda, conmovedora, nos recuerda que el pueblo siempre ha tenido voz, como muy bien ha dicho Gabriel Salazar.
Tomás Jocelyn-Holt, más testimonial, recuerda con lucidez un discurso ético que ya no se oye en hemiciclos o ministerios. Marco Enríquez-Ominami deja en ridículo a los vejetes de alma que creen que no puede haber en Chile un presidente joven. Ricardo Israel con serenidad y credibilidad expone la necesidad creciente de un auténtico regionalismo.
Busca, discute, rebate, apoya, rechaza o proclama, libremente, pero opciones por cierto que tienes.
El duopolio quiere ganar por walk over y apuesta para que aceptes que la pelea está arreglada. Su poder es nuestra ignorancia, como dice una olvidada canción de Los Prisioneros, escuchemos a las nuevas voces, destronemos prejuicios alimentados por el miedo del oligarca y hagámonos cargo de nuestro destino sin desafectados e interesados intermediarios.
Acudamos todos a votar. Hemos sido capaces antes.Sin esta actitud, todavía seríamos una triste parcela española, perdida al fin del mundo.