Se escribirán decenas de libros, centenares de entrevistas, en diarios, revistas, cine y televisión, nacionales o extranjeros, respecto del fatídico Golpe Militar del 11 de septiembre de 1973, que truncó para siempre la vida democrática de Chile.
Transcurridos cuatro décadas de la debacle institucional, las heridas no están cerradas, por el contrario, permanecen más abiertas que nunca. Con un despertar horroroso cual pesadilla sin fin.
Se palpa en el ambiente, un soplo enrarecido, pesado, hasta insoportable por las odiosas declaraciones que se lanzan con absoluta irresponsabilidad política, por aquellos que debieran al menos mantener la cordura, dado su alto grado de complicidad en los hechos de triste fama y de tan graves consecuencias.
Chile, vivirá por muchos años días violentos, previos a septiembre rojo, tiñendo de sangre inocente la convivencia nacional, con olor a venganza y olvidándose por ambos lados, los escasos signos de reconciliación que emergen remolones, pero que más vale tarde que nunca, como un tímido lavado de imagen, ante la verdad que los aplasta.
El derrocamiento del gobierno constitucional de Salvador Allende por las fuerza de las armas, sigue marcado las páginas negras de nuestra historia; cuarenta largos años han transcurrido y pasarán muchos, muchísimos más y nada borrará la aberración que los chilenos y chilenas fuimos capaces de hacer. Sin reparar el holocausto que creamos, donde el odio predominó ante la razón y la cordura.
La maldad parió un engendro tan monstruoso, peor que la Gestapo de Hitler, su hija putativa, la Dina del coronel Manuel Contreras fue el aparato militar de exterminio del dictador Pinochet, fue la peor herencia que le dejamos a las futuras generaciones.
Estoy absolutamente convencido de que hace tanta falta figuras señeras como Raúl Silva Henríquez, que en todo momento y sin claudicar jamás, sin dudar un instante, puso a disposición de los débiles y perseguidos la voluntad férrea de una Iglesia comprometida con la defensa de la persona humana, para encontrar los caminos que condujeran a una verdadera y anhelada paz social.
Las anchas alamedas se abrirán cada vez más para que por ellas transiten más y nuevos hombres y mujeres libres por esta patria de todos; una vez que se sepa tanta verdad aún oculta de los detenidos, de los desaparecidos, de anónimos torturados y de tanta vida despreciada alevosamente.
La impunidad no puede seguir riéndose, burlándose, mofándose descaradamente de un país que reclama justicia para poder vivir en paz consigo mismo y con sus semejantes.
Los “cómplices pasivos” de los cuales hizo referencia el Jefe de Estado, existen en cada ciudad, están en cada pueblo del territorio nacional, gozando de perfecta salud, de absoluta libertad, de total impunidad y muchos de ellos enriquecidos ilegalmente desde el robo, la delación y usurpación tanto de los bienes particulares como del erario nacional. ¡Qué vergüenza!
Roberto Thime, fundador del movimiento nacionalista “Patria y Libertad”, acusa de traidor al general Pinochet, como también a algunos de los actuales ministros que forman parte del gabinete, como cómplices de las barbaries cometidas, haciéndose los ciegos, sordos y mudos.
La declaración del comité permanente de la Conferencia Episcopal del año 1978 señala “lamentamos tener que decir que hemos llegado a la convicción de que muchos, sino todos los detenidos –desaparecidos han muerto al margen de la ley”.
Por ello cobra vigencia el cuestionamiento a los magistrados, según lo señalara Milton Juica, “es una mentira del porte de una catedral los que dicen que no sabían lo que estaba ocurriendo en el país en materia de derechos humanos.”
Existe una deuda que sigue latente porque la judicatura de estos años no defendió a las personas detenidas, torturadas o asesinadas. Hubo jueces que se negaron a someter a tramitación recursos de amparo que habría salvado tantas vidas.
Gloria Lazo, hija de un coronel de caballería detenida en José Domingo Cañas, Tres Alamos, actriz destacada, denuncia las atrocidades cometidas con ella y con tantas otras mujeres, se salvó por la intervención personal del general Bonilla en franca pelea con el director de la Dina.Misteriosamente cae el helicóptero en el cual viajaba. No fue el único general golpista que fue asesinado, por sus pares, en la soterrada lucha por el poder y que al pasar los años, los culpables siguen ocultos.
Así como violaron sistemáticamente los derechos civiles y humanos, como una política de Estado, también robaron y la punta de iceberg, fue la denuncia que hice sobre los Pinocheques, pagados al hijo del Capitán General. Abriéndose una caja de pandora, de tal magnitud, que llegó hasta las secretas cuentas en bancos extranjeros de quien, como todos los tiranos del mudo se apropian del dinero ajeno, amasando fortunas increíbles.
Solo cuando se conozca toda la verdad y nada más que la verdad, Chile volverá a ser un país de hermanos. Antes simplemente será una utopía.