Me ha llamado la atención el énfasis que ponen algunos – políticos y no políticos – en la necesidad de que las medidas de perfeccionamiento democrático no impliquen mayores gastos al erario público. El incremento en el número de diputados y senadores, en la medida que mejora la representatividad, es una ventaja y no una desventaja. Y si ello implica un mayor gasto no es malo, pues sus resultados mejorarán la vida política.
Dicen que para que no haya gastos, rebajarán los sueldos y las asignaciones de los parlamentarios. Eso, además de ser inequitativo respecto de los ministros y otros funcionarios, conduce a una mayor precariedad de la función parlamentaria.
Aquellos que no quieren en gastar en el Congreso Nacional y hacen campañas de mofa constante del trabajo de los diputados y senadores, sólo trabajan contra la democracia.
Tal vez les parezca mejor tener un tirano que trabaje con comisiones pequeñas que le hagan sus decretos leyes. ¿Eso es lo que buscan? Por supuesto: no gastemos dinero, no hagamos elecciones, como quieren los partidarios de las dictaduras. Así nos evitaríamos tener un servicio electoral y mantener a todos esos funcionarios.
Quieren ahorrar a costa de la democracia.
El hecho de que la “democracia” actual (democracia protegida, en palabras de Guzmán y Pinochet) sea insuficiente, cupular, sin directivas ni partidos en serio, parodia de lo que puede ser un sistema democrático en serio, con una mayoría de parlamentarios que se perpetúa en los cargos, mientras los hay también algunos que lucen su ignorancia cada vez que pueden, no desacredita la democracia misma, sino a sus dirigentes y a los fallos del mecanismo institucional.
Los parlamentarios son elegidos para participar del proceso legislativo, pero en esta “democracia” ello es muy restrictivo y están supeditados al gran legislador que es el Presidente de la República.
Cambiemos a todos los actuales, renovemos, pero hagamos un sistema democrático representativo de verdad, con todos los controles y mecanismos que mejoren el sistema y aseguren un buen funcionamiento. Pero no con este tipo de diputados a quienes se les exige que sean gestores y no legisladores o con estos senadores que parecen vivir entre algodones, alejados de las urgencias de la vida.
Hay mucho que corregir en la estructura política, pero lo primero es la representatividad y si eso cuesta dinero, hay que invertirlo. Luego puede venir lo demás. Alguien ha propuesto que en cuanto se aprueben las reformas cesen los diputados y senadores en ejercicio para hacer una nueva elección. Y yo agregaría, que ninguno de ellos pueda ser reelegido esta vez. Después quizás.
Todo eso costará dinero, pero hay que gastarlo. Tal como se gasta dinero en los ministerios y se invierte en el mejoramiento del Estado o en el pavimento de las calles. Porque la sociedad tiene muchas exigencias, aunque ciertamente cada uno querría que se gastara o invirtiera sólo en lo que le atañe directamente.
Tal vez podamos hacer otros ahorros en el país que pueden ser más beneficiosos o financiar la democracia con otras fuentes de ingreso. Como los impuestos a la gran minería, por ejemplo. O gastando menos en la farándula televisiva del canal estatal. O poniendo tributos a los que saquen sus dineros fuera de Chile, ya sea para invertir en otros países o ahorrar en paraísos fiscales. O disminuyendo embajadores que son cada vez menos necesarios.
Y así muchos ejemplos de racionalización y ordenación del gasto.
Pero el más importante de todos: reducir los gastos de las fuerzas armadas.
En armamentos, por ejemplo, pensando en la voluntad pacifista e integradora de nuestros pueblos y que debe ser carne en nuestros gobernantes. ¿Para qué más tanques, más aviones, más cañones? ¿Fuera de ser un peligro para la estabilidad democrática, sirven de algo los militares?
Son privilegiados sociales, viven sólo para sí mismos, inventando riesgos irreales o provocando situaciones que los justifiquen.
En una planta numerosa, claramente excesiva, con personal caro para un país que quiere desarrollarse en paz y sin violencia.
En la vergonzosa previsión de las fuerzas armadas: jubilan por años de servicio. Personas retiradas a los 40 ó 50 años, con valores muy altos, jugosos beneficios en hospitales especiales, que financiamos todos los chilenos.
Gastar para la democracia es muy positivo, conveniente, necesario. Ello irá contribuyendo a mejorar nuestra convivencia y las leyes que marcan nuestro quehacer. El ejercicio democrático mejora la vida de todos.Hay que invertir mucho más en educación cívica a todo nivel, en difusión de los derechos y deberes de los ciudadanos, en la defensa de los derechos humanos.
La democracia se merece que pongamos recursos.