El resultado de las primarias demostró la voluntad de participación política de la ciudadanía que validó un mecanismo democrático de elección de las candidaturas presidenciales.
Los resultados marcan una nítida derrota de la derecha, cuyos candidatos no tuvieron matices durante la campaña, y un triunfo de la centroizquierda expresado sobre todo en el resultado de Michelle Bachellet, que con un 73% sola dobla a los candidatos de la derecha y obtiene un 53% del total de la votación.
Bachelet confirma la enorme centralidad política que tiene en el sistema y en la ciudadanía y su votación muestra la confianza, acogida, cariño que la gente le dispensa y la esperanza que deposita en ella para realizar los cambios de fondo que la sociedad pide.
La enorme avalancha bacheletista dejó poco espacio al resto de los candidatos de Nueva Mayoría. Ello afectó sobre todo al candidato DC Claudio Orrego que, además, equivocó su estrategia de campaña con un discurso conservador y con invocaciones valóricas religiosas que poco tienen que ver con la nueva subjetividad, más laica y liberal de la población, fenómeno cultural que cruza también al llamado centro político.
Esto explica, en parte, la votación obtenida por Andrés Velasco que captó votos al centro y un voto liberal, incluso de derecha, con un mensaje valórico y de condena a las malas prácticas de la política que llego a una parte del electorado.
Gómez retuvo el voto de su partido y no logró canalizar, como esperaba, el voto de los sectores que contestan más agudamente el sistema. Sin embargo, estas votaciones, modestas en número, son políticamente importantes porque la candidatura de Bachelet , liderando a Nueva Mayoría y a la ciudadanía, y la posibilidad de ganar a la derecha en primera vuelta, requieren de la integración de todos sea en las ideas que en el despliegue y conducción de la campaña.
La derecha perdió en todo en estas primarias y la derrota es también del gobierno de Piñera que diseñó e implementó una campaña marcada por el ataque a Bachelet que resultó poco creíble y terminó fortaleciendo a la candidata de la centroizquierda.
Perdió en prestigio, porque en medio de la campaña tuvo que bajar a su principal candidato acusado de engañar, como Gerente General de Cencosud, con tasas de interés no pactadas, a centenares de miles de consumidores y de poseer depósitos en las Islas Vírgenes.
El daño causado a la confianza de los electores fue enorme y la UDI, con extremo pragmatismo, debió recurrir a una figura como Pablo Longueira para reemplazarlo y realizar una fugaz campaña dirigida al voto duro de la derecha, incluido el pinochetismo, y a utilizar todo el aparataje de la estructura UDI para mover el electorado de las comunas más ricas y marcar allí la principal diferencia que finalmente lo transformaría en el vencedor dentro de la Alianza.
La derrota de Allamand fue penosa porque murió sin siquiera tener las botas puestas.Allamand se compró la idea de la no diferenciación con su contendor, realizó un discurso conservador, le habló al electorado de la ultraderecha, ni por un instante fue el líder de la “patrulla juvenil” que está en la memoria de muchos chilenos y terminó renunciando a marcar una postura liberal de derecha y de disociación del régimen militar.
Longueira hasta le arrebató la figura del Presidente Piñera que no sólo en la publicidad apareció más cerca del líder de la UDI. No puede quejarse Allamand de que Velasco le atrajera votos de la derecha liberal, como ocurrió especialmente en las comunas ricas, porque de tanto hablar de la unidad de la derecha terminó anulando su propia identidad y dejó a esa derecha sin candidato.
Sin embargo, la victoria de Longueira, que consagra a la UDI como el partido eje de la derecha, es paradojalmente, la principal derrota de la derecha.
Longueira, que tiene altos niveles de rechazo en el electorado en general por la radicalidad de sus convicciones y su propia historia, tendrá ya dificultades para congregar a todo el voto de Allamand y escasas posibilidades de abrirse al voto centrista al cual aspira.
Es cierto que la elección de noviembre es otra elección, con otros candidatos y otro universo electoral y no hay datos duros que permitan adelantar como se comportará especialmente el electorado que se abstuvo en las municipales.
Sin embargo, como dato de referencia válidos está la primaria con el millón y medio de Bachelet y los dos millones doscientos mil de Nueva Mayoría y sólo los ochocientos mil votos de la Alianza, lo cual comporta, en el caso de la Nueva Mayoría, un poco menos que duplicar la votación para llegar a una cifra proyectada de cuatro millones de electores, y en el de la derecha quintuplicar la votación de la primaria para llegar a esa cifra. Pero no es el único dato. Las Municipales ya había arrojado una derrota de la derecha que sólo obtuvo cerca de un 33% de los sufragios contra el 49% de lo que hoy es la Nueva Mayoría.
Por tanto, la derecha encabezada por Longueira tiene todas las posibilidades de perder las elecciones presidenciales de noviembre próximo y de perderlas ya en primera vuelta.
Bachelet tiene un gran paso adelante y seguramente su alta votación influirá en el comportamiento de una gran masa de electores que no votaron en las primaras por estar indecisos respecto del candidat@ y también en los nuevos electores.
Sin embargo, Bachelet debe aún ganar las elecciones de noviembre. Para ello debe construir la Nueva Mayoría agregando no solo a las candidaturas y partidos que participaron en la primaria sino también a la ciudadanía y a los movimientos sociales.
Debe construir un programa que incorpore las ideas de los demás a partir del apoyo que la ciudadanía ha entregado a sus propias propuestas.Debe entrar en un campo de definiciones más precisas respecto de los temas centrales en que es necesario reformas de fondo que en lo económico tocan el centro del modelo y en lo político implican una Nueva Constitución y una reforma al binominal, al sistema de partidos, al sistema y al régimen político en general.
Bachelet tiene un apoyo enorme de la ciudadanía para convocar al país a ser parte de estas reformas y para definir adecuadamente tiempos y métodos. Las reformas deben hacerse utilizando plenamente los mecanismos institucionales y, por tanto, es vital que el acuerdo parlamentario de los partidos permita doblajes que entreguen a Bachelet un Parlamento mayoritariamente a favor de los cambios.
Pero todos deben tener presente que hay una ciudadanía que exige los cambios y que no admite nuevas dilaciones.
Esa ciudadanía estará atenta y será parte de un nuevo clima, de una nueva estación política que permita que Chile construya más igualdad, integración, democracia, libertades y participación política de la ciudadanía.