Un gran ausente del discurso presidencial del 21 de mayo fueron las reformas laborales, coincidiendo con los deslavados y superficiales anuncios ya olvidados que para el 1′ de mayo, el mismo Jefe de Estado, entregara de manera ampulosa por cadena nacional al país.
El tema de fondo sigue pendiente, ese no es otro que dotar de efectiva capacidad de negociación colectiva a los trabajadores que generan la riqueza social del país.Ese propósito significa promover y robustecer herramientas concretas y prácticas de fortalecimiento del movimiento sindical en Chile. Sin ello, sencillamente no será posible acrecentar la participación de los asalariados en los frutos que producen, con remuneraciones dignas y un trato decente.
El neoliberalismo se mofa de las dificultades que se enfrentan a diario para robustecer el sindicalismo. A ello le da una connotación ideológica, señalan que está superado y anticuado.
Esa es una falacia. Pero, el país está ante un círculo vicioso. Como el modelo de alta rentabilidad opera impidiendo la acción del movimiento sindical, dividiéndolo o aislándolo, estamos ante una realidad de injusticia y desigualdad que se retroalimenta: si el sindicalismo es débil se hace muy difícil para los suyos aumentar su rol y representatividad en las empresas y, por lo tanto, al momento de la negociación colectiva sus logros no son los deseados.
Ello a su vez determina que sus afiliados no crecen en la cantidad requerida y que los sindicatos no ganan en la fuerza y representatividad que sus desafíos exigen.Ese círculo vicioso desgasta y muchos sindicalistas no logran ver que sus esfuerzos redundan en logros que entreguen al movimiento sindical la potencia y legitimidad que la nueva situación les demanda.
He visto en Chiloé la entrega denodada de los sindicalistas para defender sus afiliados, de modo especial, en la industria del salmón donde la cadena de abusos se ha ensañado con el nivel de vida de su gente; jornadas extenuantes sin contrato indefinido y extensión de la modalidad por obra o faena; en suma, la instalación de un trabajo precario que nada tiene que ver con las maravillas que describe la autoridad gobernante.
En esta situación la labor de los sindicalistas resulta decisiva para frenar la proliferación y eternización de la cadena de abusos que han marcado esta actividad desde la llamada “crisis del salmón”, en los años 2008 y 2009, la que ha sido la base de una sistemática super explotación sustento de los procedimientos con que ha operado la reactivación de esta industria.
Este sábado, hemos dialogado nuevamente en la ciudad de Ancud, con los dirigentes de la Confederación Nacional de Trabajadores del Salmón sobre la común convicción que sin reformas laborales de fondo, mejor ni hablar de enfrentar y derrotar la desigualdad que hay en Chile, la que hoy se reconoce como el principal desafío país del próximo futuro.
Efectivamente, será muy difícil crear un nuevo clima, de cooperación, tolerancia y entendimiento social, mientras la derecha económica no se convenza que debe aceptar y reconocer el rol del sindicalismo y la urgencia de reformas laborales que extiendan transversalmente la posibilidad de disfrutar el crecimiento económico del país.
Mientras se piense que basta con que las familias tienen lo suficiente para nutrirse con el chupe de repollo del recetario del ministro Lavín la meta de una sociedad más igualitaria estará demasiado lejos.
Si se sigue pensando que los “rotos” solo sirven para extenuarlos no se podrá resolver a tiempo, antes de una fractura social irreparable, lo que es un imperativo social para el país: una mejor y mayor dignidad de las personas y la justicia social que revalorice el trabajo que cada miembro de la comunidad entrega a nuestra patria,
En la sociedad global compiten los países y para ello deben contar con la cohesión y la inclusión social que resulta determinante para encarar los desafíos del siglo XXI.