En medio de la euforia por el triunfo de la ROJA, que impidió que nos quedáramos fuera del mundial de fútbol, por el momento, como la tan esperada y anhelada llegada de la presidenta Bachelet, se conocieron los informes de las probables instalaciones de centrales nucleares, definidas por el Colegio de Ingenieros de Chile, a través de un estudio, entregado al gobierno por intermedio de su ministro de Energía, estableciendo plantas en Tocopilla, Papudo, y a 40 km al sur de San Antonio.
El oculto y ahora polémico plan de desarrollo comenzó en el 2009 , estimandose que en 10 años más debería estar funcionando el primer reactor , ubicado en las costas del litoral central entre el exclusivo balneario de Rocas de Santo Domingo y Matanza de la comuna de Navidad, capital del surf chileno.
Fuertes presiones han sufrido los mandatarios para poner en agenda la construcción de plantas atómicas. La pregunta del millón es quien pagó estos estudios, el gobierno o los empresarios interesados. Con la justificación de cubrir a futuro el déficit de energía eléctrica requerido por el país para su crecimiento productivo.
Recordemos que al asumir el actual Presidente, envió una comisión de expertos a EE.UU. y otra a Francia, encabezada por el ex – ministro Golborne, con el objeto de iniciar las negociaciones, preparar a los científicos y técnicos, y conseguir los créditos necesarios para concretar tales despropósitos.
El desastre nuclear en Fukushima en el 2011, tras el cruento terremoto y posterior tsunami, que arrasó esa ciudad con más de 160.000 evacuados, nos deja una espantosa lección, que al parecer nada les importa a los genios del colegio de ingenieros, que sin consultarle a nadie, determinaron arbitrariamente donde instalar estas “callampas” gigantescas.
La contaminación nuclear causada por los escapes en las paredes dañadas por el sismo, en estas plantas, dejaron cientos de muertos. Lo más grave es que estas aguas de mar que sirven para refrigerar las turbinas, llegaron hasta las costas de California, con su peligrosa carga contaminante.
Al cumplirse dos años del holocausto nuclear, solo recién las autoridades incompetentes reconocen su culpabilidad en el daño causado. Con insospechadas consecuencias a la flora y fauna del Océano Pacifico.
Chernobil, en 1986 es el caso más dramático, donde murieron cientos de ucranianos, quedando miles de niños y niñas, ancianos y mujeres, contaminados para siempre, enfermedades como el cáncer y leucemia, se multiplicaron en la indefensa población, la que nunca contó con los resguardos y prevenciones oportunas.
Vamos a arriesgarnos a instalar estas fatídicas plantas, que están programadas para el 2020 con el solo fin satisfacer la avaricia de empresarios, irresponsables a costa de la seguridad de los chilenos y chilenas, a sabiendas que hay otras alternativas más seguras que se pueden y deben implementar.
Por lo menos, me parece un crimen de lesa humanidad al que hay que ponerle atajo, ¡ahora ya! Chile tiene un largo historial de terremotos y tsunamis, que se suceden en forma periódica lo que hace NO aconsejable, en el futuro, ni nunca la instalación de estas fábricas de muerte, nada absolutamente nada justifica tamaña aberración, de la que mañana, estaremos todos arrepentidos.