Este es un gobierno que inicia su último año de gestión de manera errática, confusa, enrarecida y con el síndrome de números rojos en los sondeos de opinión pública.
Así quedó demostrado en sus tardías y más mediáticas que eficaces reacciones ante la crisis por cortes de agua producto de avalanchas, pero más que nada por ineficiencias de Aguas Andinas, a raíz de su privatización absoluta por parte del Presidente Sebastián Piñera.
También,frente al incendio ocurrido en Valparaíso -consecuencia ampliada por malas condiciones de construcción, viviendas modestas de pobladores que no tuvieron apoyo habitacional-, situación que se repite con la muerte de personas en siniestros en la Región Metropolitana; tomas producto de la carencia de casas y bajos salarios, etc. A ello se suma la débil postura presidencial por el caso de Johnson & Johnson y el “perdonazo” del Director del Servicio de Impuestos Internos.
También se demuestra en la insistencia de Sebastián Piñera de convertir en un hecho comunicacional, de carácter político-electoral, la conmemoración del terremoto del 27 de febrero de 2010, centrándose su administración en criticar al gobierno anterior, dejando de asumir que, esencialmente, en esa oportunidad quedó evidenciada una deficiencia del Estado y del sistema institucional para encarar ese tipo de desastres naturales, fallando la Onemi, las Fuerzas Armadas (Shoa) y otras entidades.
Además, nadie tiene realmente claro el nivel de avances del proceso de reconstrucción, que está por debajo de las cifras oficiales, y las modalidades de solución para las comunas y localidades más afectadas.
Para subir en las encuestas y aparecer con una gestión firme, Piñera lleva varias semanas enfrentándose con el Mandatario boliviano Evo Morales, a propósito del arresto de tres soldados del país vecino en circunstancias no del todo claras, y que la mayoría coincide era un tema de fácil solución acorde con las prácticas limítrofes.
En estas semanas, el Ejecutivo anuncia apenas pinceladas para un aggiornamento del sistema electoral, pero sin entrar a resolver los temas de fondo de la institucionalidad política del país, como es terminar con el binominal y otorgar derecho a voto a los compatriotas residentes en el exterior.
A eso se agrega la continua renuncia de funcionarios de La Moneda que se van al sector privado, vislumbrando la derrota que se viene a finales de año.
Sebastián Piñera y su administración más bien van respondiendo a contingencias y hechos exógenos (corte de agua, incendio en Valparaíso, detención de soldados bolivianos, 27-F).
Se vuelve a comprobar que es un gobierno sin sello, sin impronta, sin agenda sólida propia, sin destino de marca histórica.
Por lo demás, ya se le agotó el tiempo para intentar revertir esa situación. El 21 de mayo entrega su último informe (que anuncia ser precario) y en noviembre ya estará prácticamente decidido quién será la o el nuevo Presidente de la República.
Todo esto no es privativo de que el gobierno, junto a los partidos de la derecha, estén usando sus poderes financieros, fácticos, comunicacionales y autoritarios para intentar revertir la situación y sobre todo, tratar de no sufrir una catástrofe política y electoral en noviembre en las elecciones presidenciales y parlamentarias, como ya les ocurrió en las municipales.
En este cuadro se inscriben las demandas y las movilizaciones sociales y ciudadanas para que el país avance en transformaciones sociales, económicas, laborales, educacionales, medioambientales y en reconocimiento de los pueblos originarios.
Se abre una puerta más ancha para que la oposición avance con sentido unitario hacia una candidatura presidencial común y una lista parlamentaria unitaria, todo sustentado en un programa de gobierno democrático, progresista y transformador, que el pueblo debe conocer, discutir y hacer suyo.
Los actores de la oposición deben mantener un compromiso claro con esas demandas, movilizaciones, unidad y programa, sin interponer barreras insalvables y rígidas.
Todo aquello es la llave para el avance democratizador y de justicia social en el país, para desplazar a la derecha del gobierno y tener una mayoría sustancial en el Parlamento. En la situación que está la administración piñerista y los partidos y candidaturas presidenciales de derecha, las condiciones son casi inmejorables para la oposición, si se actúa con voluntad política clara y decisión unitaria.
El Partido Comunista va a perseverar en la línea del programa común, de la lista parlamentaria unitaria, de la unidad de la oposición, de la movilización y de la demanda social y ciudadana. En ello es positivo y necesario que el programa entre hoy en una fase de encuentro y reflexión con el movimiento social del país, para tener un proyecto que interprete a las grandes mayorías.
La oposición hoy tiene una impronta, una agenda y un sello. Así lo definen sus propuestas programáticas que buscan un compromiso de solidaridad, equidad, justicia, democratización, soberanía e interpretación de los derechos sociales del pueblo.