A contar del año 2011, en medio de las marchas estudiantiles y movimientos ciudadanos que expresaron el malestar con las instituciones políticas heredadas de Pinochet y Jaime Guzmán, las primarias para dirimir candidaturas a elecciones populares adquirieron legitimidad y respaldo en la ciudadanía.
Sin ser una panacea, porque si se analiza con atención la ley aprobada, las estructuras partidarias conservan el poder de decisión en gran medida, esta ha abierto la esperanza en la renovación de la política, el cierre de la brecha con la ciudadanía, la posibilidad de que surjan nuevos liderazgos.
De hecho, su utilización en varias comunas para las elecciones municipales permitió cambios altamente valorados por organizaciones y movimientos. Sin embargo, en otras los resultados sólo confirmaron la vigencia de fuertes aparatos partidarios y los candidatos electos fracasaron en las elecciones de octubre, como vaticinaron las candidaturas derrotadas.
Es decir, las primarias también pueden ser manipuladas y reproducir el statu quo partidario.
Al acercarse las elecciones presidenciales y parlamentarias, algunos partidos han manifestado que todos los candidatos de la oposición al gobierno deberían ser elegidos -en cada distrito y circunscripción- en las primarias legales del 30 de junio. Se trataría de primarias de una oposición unida.
Incluso más, algunos partidos se han comprometido a usar este mecanismo para elegir a sus candidatos cuando -en su interior- haya más de un aspirante, mediante primarias abiertas y ciudadanas, es decir, en primarias en que voten sus militantes y los independientes que estén en el padrón electoral del distrito o circunscripción correspondiente.
Se señala en estos partidos que sería inaceptable haber comprometido esfuerzos para legalizar las primarias y luego no utilizar dicho mecanismo. En el caso de las primarias del 30 de junio, ello garantizaría, además, una participación masiva al producirse en simultaneidad con la elección del candidato presidencial opositor.
No obstante, a medida que van apareciendo pre-candidaturas al interior de los partidos –dentro y fuera de la Concertación- y en nuevas agrupaciones opositoras, han surgido argumentos y circunstancias que hacen peligrar su realización.
Al interior de la Concertación se ha señalado que “el que tiene, mantiene” -en virtud del sistema electoral binominal vigente-, se teme los desafíos al interior de los subpactos y/o pactos de las municipales, se discute en torno a la amplitud del arco opositor a considerar y a los posibles pactos por omisión, se señala además la aparición de tensiones, desgastes y costos para los partidos. Todo ello pone en riesgo el entusiasmo y compromiso de los partidos unos meses atrás.
Para completar este panorama, han reaparecido las encuestas telefónicas, algo que resulta del todo sorprendente puesto que el fracaso de aquellas realizadas con anterioridad a las elecciones municipales debería haber eliminado del todo su consideración en esta oportunidad.
Valga recordar que, ejecutadas a través de la red fija de teléfonos, sólo representan -en promedio- al 45% de los hogares (25% en el quintil más pobre y 68% en el quintil más rico), sin mención a las edades de los eventuales encuestados/as. Con semejante error muestral su rechazo debería estar fuera de discusión. Más aún si se agrega la dificultad que reviste preguntar por preferencias electorales en un escenario de voto voluntario.
Olvidan quienes vuelven a apoyar las decisiones por encuestas, que cuando las encuestas son válidas, sus resultados no equivalen a elecciones, que sólo hablan del conocimiento de un candidato o candidata. Si bien muestran una realidad, no reemplazan la toma de decisiones de las y los ciudadanos.
Se acerca la hora de la verdad para los partidos de la Concertación, ante una oportunidad histórica de recoger las demandas mayoritarias de la ciudadanía y de romper con la exclusión política.
¿Creen efectivamente en una democracia participativa como camino a superar la crisis de representatividad?
¿Creen que la construcción de nuevas mayorías requiere candidaturas más ciudadanas, ligadas o reconocidas por los movimientos sociales?
¿Creen en la necesidad de iniciar nuevas prácticas, que permitan romper con el estancamiento que impone el sistema electoral binominal?
Está en juego la democracia y la posibilidad que el país vuelva a creer en la política. Para ello, las primarias, sin ser perfectas, son un camino que permite avanzar en esa dirección.
Quedará como pendiente, fortalecer la institucionalidad de los partidos, pero al menos es iniciar el camino.