La Democracia Cristiana inicia un proceso de elecciones internas de enorme importancia. El próximo 17 de marzo se definirá la nueva directiva nacional del PDC a quien le tocará llevar la conducción partidaria en un proceso de primarias de la oposición, con su abanderado Claudio Orrego.
Además, se tiene que definir la plantilla parlamentaria y – lo más importante – definir y concordar con la oposición un programa de gobierno que represente a una nueva mayoría social y política.
Todo lo anterior para ganar las elecciones de noviembre del presente año y colaborar en la instalación de un próximo gobierno, del cual se espera muchas transformaciones necesarias para el país.
En definitiva, la próxima mesa nacional del PDC tendrá que enfrentar grandes desafíos, entre los cuales están las implicancias políticas y prácticas de ser un partido de gobierno – en la medida que la soberanía popular así lo establezca -de ahí el interés que ha despertado su proceso electoral.
Algunos han planteado una mesa de unidad o consenso, que en términos sencillos significa un acuerdo de los grupos oligárquicos entorno a nueve nombres y – por sobre todo – en torno a quien encabece dicha lista, saltándose el debate y las definiciones que necesariamente genera un proceso de elección con diversas alternativas y posiciones políticas, sobre todo cuando existen diferencias.
Desde el Movimiento Refundación PDC hemos planteado que aquel consenso es imposible, por la sencilla razón de que dicho Movimiento inscribirá una lista el 15 de febrero, para desarrollar un debate necesario, generar una participación de las bases partidarias y salvaguardar el derecho de un militante un voto.
¿Cuál es el debate que planteamos? Que la DC debe impulsar profundas reformas en áreas y/ temas nacionales,como renacionalizar el cobre, defensa de los recursos naturales, educación pública gratuita y de calidad, nuevo Código del Trabajo, reforma profunda al sistema de AFP, entre otras temáticas, donde finalmente se converge en la necesidad de una nueva Constitución Política a través de una Asamblea Constituyente, en definitiva, la Democracia Cristiana debe impulsar un nuevo modelo de desarrollo humano coherente con los principios y valores del socialcristianismo o del humanismo cristiano.
Ignacio Walker habla de “una DC sin complejos, ni derechistas, ni izquierdistas” a lo cual permítanme agregar “una DC sin complejos centristas”. Es decir, un partido con una fuerte vocación popular, nacional y de vanguardia, conceptos que estuvieron presentes en el ADN de la Democracia Cristiana conductora de grandes transformaciones del Chile contemporáneo.
A manera de ejemplo, una de las mayores transformaciones en educación en la historia de Chile fue bajo el mandato de Frei Montalva, por no mencionar otras transformaciones como la reforma agraria o la chilenización del cobre en un primer paso hacia su nacionalización.En definitiva, es un debate que ha estado presente en gran parte de la historia de la DC y que tiene una importancia simbólica y practica de enormes consecuencias.
El maestro Jaime Castillo Velasco nos planteaba que “una vez estructurada una gran masa de votantes, capaz de lograr la victoria, el partido de centro podrá llegar al Gobierno. Lo hará para cumplir su programa. Pero, sin duda, en ese instante parecerán más urgentes las presiones de los intereses contradictorios. La labor del Gobierno será, pues, un difícil y hábil compromiso entre las alas del partido y la realidad exterior”, remarcando que “un partido centrista, convertido en partido de administración se propone simplemente administrar el orden establecido” (1).
Debate que ha cobrado vigencia con la remozada postura del “centro social cristiano progresista” que se opone a la de un partido popular, nacional y de vanguardia.
Es importante recalcar que,de los acuerdos del V Congreso Ideológico y Programático de la DC, de los Estatutos o de los votos políticos aprobados en la última Junta Nacional,no se ha planteado – en ninguna parte – la idea de una DC como partido de centro. Por el contrario, se señala expresamente al PDC como un partido popular y nacional y se menciona en los acuerdos del Congreso partidario que “la DC será vanguardia en la reforma de los partidos políticos chilenos. Deseamos transitar desde un partido con una fuerte burocracia en sus estructuras a un verdadero movimiento social”.
La importancia de este debate no es menor, frente a una fuerte tendencia liberal, con una “robusta” influencia de la DCU alemana, del PP español y del PAN mexicano – con control en la ODCA –se contrapone una tradición popular del PDC chileno similar al uruguayo y paraguayo.
Una definición de partido popular, nacional y de vanguardia en oposición a una definición de partido de centro cambian los ejes programáticos con los cuales la DC se presentará a la ciudadanía.
Lo primero significa asumir a la DC como un potente instrumento de transformación social al servicio de los sectores más vulnerables y de las capas medias atormentadas por los intereses de los grandes grupos económicos, presentes en toda nuestra vida cotidiana (salud, educación, previsión, etc.), lo segundo implica un partido administrador, componedor de intereses creados, regulador del orden establecido.
Esperemos que la militancia demócrata cristiana vote en conciencia el 17 de marzo, conforme a su propia posición frente al debate planteado y no conforme a los intereses de la oligarquía.
(1) CASTILLO VELASCO, J. Teoría y práctica de la Democracia Cristiana Chilena. Editorial del Pacífico, Santiago de Chile, 1973. p. 21.