Uno de los temas reincidentes sin resolución en la sociedad chilena ha sido el llamado conflicto mapuche, que es algo más que la falta de entendimiento con este pueblo y que está también en la raíz misma de esta relación con los pueblos originarios.
El Senado acaba de realizar una sesión especial para analizar el tema y creo que se perdió una hermosa oportunidad de hacer algo más sólido y de más largo plazo. Esa fue la razón por la que me abstuve de aprobar los tres proyectos de acuerdo, que eran muy similares a los aprobados por la Cámara de Diputados.
Si bien no es fácil sentar una metodología para lograr la paz, sí es posible fijar algunos criterios básicos.
El primero de estos criterios básicos es entender que el pueblo mapuche requiere igualdad esencial en las relaciones y no sólo entrega de ventajas materiales.
Lo segundo, es que requiere participación objetiva y real en la organización del Estado chileno.
Lo tercero, es la solución de temas fundamentales para su vida cotidiana, desde la entrega de tierras, la seguridad de su dominio, la seguridad de aguas suficientes son pilares que no siempre se consideran esenciales.
En esta parte del debate, creo que la participación y el aporte del Senado fue pobre porque no se aprobaron ideas concretas para satisfacer las demandas y la intervención de varios parlamentarios nos señaló que el reconocimiento constitucional de los pueblos originarios, su participación en los municipios y en el Congreso Nacional y la ratificación de sus autoridades ancestrales por ellos mismos eran avances evidentes que no se expresaron en dichos acuerdos.
El segundo gran tema, que ya hemos señalado, es la comprensión de nuestras diferencias, asumir sus ideas con el mismo derecho con que exigimos reconozcan las ideas de un Chile más occidentalista que el pueblo mapuche.
En estas materias hay que reconocer que buena parte de las dificultades surgen porque la sociedad chilena no originaria es claramente racista frente a las etnias chilenas, así como es ominosamente sumisa a la presencia de razas europeas, especialmente anglosajonas, las que gobiernan el eje central de nuestras relaciones.
El tercer elemento planteado en el Senado fue la necesidad de organizar, ordenar y concretar las obras materiales que en el marco anterior se hacen indispensables: dominio de las tierras, dominio del agua, modernización de la zona, salud y educación multicultural, respecto a la autorización y ratificaciones de sus límites.
Finalmente, se discutió el punto por el que más fuerza hace hoy en los medios de comunicación y en las propias autoridades: la violencia espontánea de la Araucanía.
Mi planteamiento ha sido siempre claro. Condeno sin ambages y sin ninguna reserva la violencia asesina de los últimos días pero también señalo que condeno con la misma fuerza la violencia institucionalizada de años que también ha significado la violencia sanguinaria contra nuestros mapuches.
En este marco, nuestra visión demócrata cristiana, nos hace saber que siempre detrás de toda violencia hay siempre un clamor de justicia.