La salida de los Ministros Allamand y Golborne marca el inicio de la competencia presidencial en la derecha y, finalmente, acelera los plazos para las otras coaliciones y candidaturas. En términos temporales, la fecha escogida es muy similar a la utilizada por la Concertación para dar inicio a la competencia por la elección del 2005, con la salida –previo a las elecciones municipales del 2004- de las ministras Bachelet y Alvear.
A pesar de dicha similitud temporal, existen tres factores que convierten a éste en un escenario completamente diferente.
En primer lugar, la experiencia de la derrota municipal y la necesidad de reaccionar frente a ella, llevó a la derecha a alterar sus propios planes y actuar apresuradamente, buscando la salida, no sólo de los ministros presidenciables, sino además de otros miembros del gabinete o actores de gobierno que pudiesen darle peso a su plantilla parlamentaria.
Este anuncio público de búsqueda de candidatos se convierte en otro fracaso comunicacional de la Coalición, al salir sólo la Ministra Parot y convertirse el cambio de Gabinete en un juego de sillas musicales, que tanto le criticaba la derecha a la Concertación.
En segundo lugar, esta vez las primarias están establecidas en la ley, se realizarán el 30 de junio y, muy probablemente, serán el mecanismo utilizado por ambas coaliciones mayoritarias para designar sus candidatos.
La existencia de primarias en todas las coaliciones, así como su simultaneidad, llevará a los medios, líderes de opinión y ciudadanía informada, a comparar los diversos procesos, según su transparencia, número de votantes, calidad de sus debates, etc.
Si las primarias de la derecha pierden en dicha comparación, o si las primarias de ambas coaliciones son un fracaso por su escasa participación, sea quien sea el ganador (Allamand o Golborne) se encontrará en una situación electoral casi irremontable.
Finalmente, estas primarias y la próxima elección presidencial, se desarrollarán bajo el sistema de inscripción automática y voto voluntario, y en el contexto de un cuestionamiento institucional provocado por la alta abstención ocurrida en la última elección municipal.
Considerando todo lo anterior, así como el escaso interés que suscita entre la ciudadanía la carrera presidencial cuando la elección se encuentra a más de un año de distancia, cabe preguntarse si la derecha tomó una decisión adecuada al sacar a sus presidenciables del gabinete.
La agenda pública está, habitualmente (a excepción del período pre eleccionario inmediato),marcada por la acción gubernamental y los cuestionamientos de la oposición a esta agenda, quedando muy poco espacio para “actividades de campaña”, especialmente considerando que se nos vienen los meses de diciembre, enero y febrero, en los que la política desaparece casi por completo de los medios.
Así, la prensa y la opinión pública sólo cubrirán y debatirán sobre actos de campaña en la medida en que los candidatos fijen posiciones políticas que, de una forma u otra, contradecirán o le darán su bendición a las actuales políticas gubernamentales.
Ambas estrategias son riesgosas: convertirse en acólito de un gobierno de escaso apoyo ciudadano, resta potencial de crecimiento electoral, mientras que convertirse en su crítico acérrimo podría llevar al Piñerismo y al gobierno en general a mantener una prescindencia total en la campaña y a concentrarse en defender su propio legado.
Una segunda alternativa para los presidenciables de la derecha será intentar sacar al pizarrón a la ex presidenta Bachelet, lo que, hasta ahora, ha resultado ser una estrategia totalmente ineficaz, especialmente considerando que ella está ausente del país y aún no se proclama oficialmente pre-candidata.
En cualquier caso, ambas estrategias recién expuestas tienen en común que, más que mirar a la primaria y hablar a su electorado, están orientadas a la elección presidencial y a reducir la brecha que existe hoy entre la intención de voto que ambos candidatos poseen y la que ostenta la ex Presidenta Bachelet.
Finalmente, una tercera alternativa, que a mi juicio es la más conveniente y eficaz, es dedicar los próximos meses a levantar el ánimo de las bases partidarias, a generar redes que permitan aumentar la participación de votantes de derecha en las primarias, y a conseguir apoyos independientes que se conviertan en líderes de opinión que orienten el desarrollo de la posterior campaña de primarias.
Esta alternativa es necesariamente interna y silenciosa, pues se trata de convencer a los convencidos, los que tienden a tener posiciones bastante más radicales que la media del electorado: mientras uno tendrá que entusiasmar a las bases conservadoras, el otro deberá acercarse más a las posiciones del liberalismo políticamente centrista; ambos sin perder el coqueteo con un empresariado que no se encuentra demasiado feliz con algunas medidas tomadas por el gobierno del Presidente Piñera.
Lamentablemente para las aspiraciones de la Coalición, es muy posible que esta última estrategia no pueda ser implementada debido a la desesperación de los partidos y sus donantes, quienes querrán ver a sus candidatos desplegados y activos frente a la ciudadanía y la prensa.