26 mar 2013

Las primarias del 30 de junio

Uno de los grandes anhelos democratizadores de los ciudadanos interesados en la cosa pública pero alejados de los partidos políticos, era generar un mecanismo político – legal que permitiera (idealmente obligara) a los partidos y coaliciones a elegir a sus candidatos, tanto al parlamento como a la presidencia, a través de primarias abiertas a la ciudadanía. Así, podrían expresarse los intereses y visiones reales de los ciudadanos, minimizando el rol de las cúpulas políticas y los intereses de las autoridades en ejercicio.

Esta ley se veía como una de las grandes soluciones frente a la apatía, y amenazaba con ser el primer paso de una transformación más profunda del sistema electoral, político y económico del país.

Sin embargo, a tres meses y medio de este evento, muchos de entre quienes abrigaban esperanzas frente a las primarias, se encuentran hoy desilusionados.Entre las causas de la desazón, se cuentan: una lectura idealizada y equivocada de lo que el mecanismo puede ofrecer como instrumento de transformación social, así como también limitaciones, vacíos o problemas contenidos en la propia ley.

Veamos la primera parte. Una elección primaria es un acuerdo básico entre un grupo de personas o partidos que comparten visiones generales compatibles respecto de una realidad política y social determinada, y que se ponen de acuerdo para elegir, mediante una votación abierta a la ciudadanía, a quienes los representarán en un sufragio general. Estos representantes, de resultar electos, se conformarán en un bloque más o menos coherente de gobierno u oposición.

El ejemplo más tradicional de sistema político que incorpora primarias es el de EE.UU. En el, los dos grandes partidos (nada impide que otro partido hiciera primarias) –republicanos y demócratas- eligen tanto a su candidato presidencial como a sus candidatos al parlamento.

Compiten en las primarias de cada partido, personas y grupos más o menos organizados y diversos, que se comprometen a apoyar a aquel que resulte vencedor en la primaria en que ellos participaron. Así, el real poder de los diferentes grupos políticos y de influencia de los EE.UU. debe medirse por los resultados de las primarias.

Cabe hacer notar que las primarias sólo tienen sentido en sistemas electorales binominales, como el chileno, o uninominales, como el de EE.UU., pues en sistemas proporcionales la elección general termina siendo la gran primaria.

Hoy en Chile, por un lado, seis partidos se han puesto de acuerdo en realizar una primaria (DC, PR, PPD, PS, PC, IC) y en apoyar al candidato presidencial y a los candidatos a parlamentario que triunfen en esa primaria.

En el otro lado, al menos dos partidos (RN, UDI) han hecho el mismo pacto. Ninguno de los pactos ha cerrado aún su lista de invitados, por lo cual todo aquel que se sienta cercano o interpretado por uno de ellos, puede pedir participar de la primaria a condición de que acepte sus resultados parlamentarios y presidenciales.

¿Qué implica lo anterior? Que a estas dos fiestas sólo se está invitado si: (a) se comparten visiones generales sobre la realidad, que permitan alcanzar acuerdos de gobernabilidad mínimos; (b) se está dispuesto a apoyar a todos los candidatos que resulten electos en la primaria, incluido el presidencial.

¿Cuál es el mensaje político central que se desprende de lo anterior? Que aquellos que detesten de sobremanera a la Alianza o la Concertación, o aquellos que no estén dispuestos a asumir (como sí lo hizo el PC) el costo político de apoyar a una “coalición desprestigiada”, no participarán de estas primarias. Por ello es que, o bien tendrán que elegir sus candidatos en su propia primaria, o bien nominarlos de otra forma.

Cualquiera sea la fórmula, ellos no serán incorporados en las listas mayoritarias y, por ende, serán castigados por el binominal.

En el caso de EEUU, diversos grupos más o menos radicales, tanto de derecha como de izquierda (progresistas, Tea Party), han decidido asumir ese costo político y ser partícipes de las decisiones país, entrando a las primarias de los partidos tradicionales, al tiempo que otros se han restado durante décadas. Es una elección que cada grupo o persona debe hacer.

Esto ha sacado ronchas, y me lo han enrostrado muchos actores políticos que quieren tener los beneficios de participar de una lista mayoritaria sin pagar ninguno de sus costos. Para algunos en la “izquierda”, la primaria es simplemente un mecanismo para elegir candidatos a parlamentarios comprometidos a “terminar con el binominal”, pero se les olvida que los diputados duran cuatro años en el ejercicio de su cargo y los senadores ocho, por lo cual participarán de cientos de votaciones más, aparte de la votación respecto al sistema binominal. Cualquier actor político responsable con el país, especialmente aquellos que aspiran a ser gobierno, debe asegurar gobernabilidad, y ello significa establecer compromisos de apoyo que van bastante más allá de dar soporte a un proyecto de ley específico.

Lamentablemente, la desazón y la pataleta de muchos, tiene que ver con la no comprensión de este apoyo en la gobernabilidad como parte esencial de participar de una primaria.

Ahora bien, respecto de los problemas de la ley de primarias, quizás el más importante y más antidemocrático, es que no se fija un límite temporal como tampoco un marco que regule las campañas para este evento.

Mientras que las campañas presidencial y parlamentaria, para evitar el abuso del dinero, tienen un límite de treinta días, además de la prohibición de publicidad televisiva (a excepción de una franja entregada democráticamente y en forma gratuita), en las primarias no hay, hasta ahora, regulación alguna.

En teoría, se puede hacer campaña cuándo y cómo se desee. Esto ha llevado a que la derecha, desde ya, esté desplegando todos sus recursos financieros para convencer a la ciudadanía respecto de sus ideas y candidatos. Y está instando a la oposición a hacer lo mismo, lo que ciertamente jugará en contra de aquellos candidatos y grupos políticos que posean pocos recursos.

Esto, que también es fuente de molestia, es por el contrario, inaceptable y debe ser modificado a la brevedad por los legisladores (siempre y cuando la derecha esté dispuesta a dispararse en su pie).

Un segundo tema complejo es que a tres meses y medio del evento, aún no sabemos si las primarias servirán para elegir a ambos candidatos a parlamentario de una coalición en un distrito, o sólo a uno; si existirán los pactos de apoyo mutuo entre partidos, o no; si se realizarán en todos los distritos o sólo en aquellos en que los partidos que participan de un pacto lo decidan, etc. En resumen, aún no tenemos claridad frente a un escenario político que se nos viene encima, lo cual ciertamente genera ansiedad y angustia en muchos.

Por último, si nos guiamos por el ejemplo de las primarias realizadas por la Concertación en la elección de candidatos a Alcalde, podremos darnos cuenta que mientras los candidatos que compiten no sean capaces de atraer realmente a la ciudadanía, los resultados de estos eventos tendrán que ver más con la capacidad de movilización y acarreo que tenga un partido o grupo político, que con una expresión real de la voluntad ciudadana.

Esa es la situación hoy. En eso estamos. Los candidatos de ambas coaliciones mayoritarias desplegándose y recorriendo el país, y los candidatos de grupos más pequeños, quejándose, no por cómo debería ser el sistema de primarias finalmente aprobado, sino de que hay otros actores políticos que no los quieren invitar a jugar con ellos.

Este es un espacio de libertad, por lo que solicitamos que no lo desaproveches. Contamos con que las opiniones se remitan al contenido de las columnas y no a insultos, ataques personales, comentarios discriminatorios o spam.

Por lo mismo y buscando el buen funcionamiento de este canal de expresión, requerimos de un registro previo utilizando Twitter, Facebook, Gmail o Disqus.

Si tienes problemas para registrarte, haz click acá.