El domingo 28 de octubre nos enfrentaremos a una nueva elección municipal, en la cual los chilenos –por primera vez con inscripción automática y voto voluntario- estamos llamados a elegir a los alcaldes y concejales que gobernarán nuestras comunas por los próximos cuatro años.
Frente a este proceso, tal como en años anteriores, diversos medios de comunicación han dado a conocer encuestas que predicen un determinado resultado. En términos generales, en Chile, las encuestas “serias” han sido históricamente muy eficaces para predecir resultados a nivel presidencial, e incluso parlamentario, pero pocas de estas consultas, técnicamente intachables, han sido publicadas alguna vez respecto a resultados municipales.
A mi juicio, las encuestas presentadas hasta ahora a la opinión pública, más que predecir acertadamente los resultados, buscan –de una forma u otra- construir realidad, induciendo un determinado comportamiento en los electores.Y por lo mismo, aquellos aciertos en los resultados, podrían deberse más a una coincidencia que a sus características o virtudes técnicas.
En primer lugar, las encuestas conocidas son casi en su totalidad, telefónicas, lo que significa un sesgo importante en contra de los votantes más pobres, que no poseen conexión a la red telefónica fija.
No quiero decir con esto que las consultas telefónicas no sirvan, sino simplemente que la lectura de sus resultados no puede hacerse sin considerar ciertos antecedentes, como la estratificación social de la comuna y/o la penetración de la red telefónica fija, datos que por lo general, aunque se pregunten, no son reportados por los medios.
En segundo lugar, la mayoría de las encuestas mostradas tienen sólo 400 casos, lo que nos lleva a márgenes de error cercanos al +- 4%. Esto quiere decir que cualquier contienda en que la diferencia entre dos candidatos sea inferior a ocho puntos, en términos estrictos, debiese ser reportada como un empate técnico o estadístico, cosa que hasta ahora se ha hecho bastante poco.
En tercer lugar, en muchas de las comunas encuestadas el número de personas que señala que aún no sabe por quién votará, o que no quiere responder la pregunta, es altísimo, lo que hace muy difícil predecir su comportamiento final, a menos que se conozcan otros datos como afinidad a ciertas ideas o programas, cercanía con partidos, etc.
Pero, finalmente, lo que hace tan difícil predecir resultados en estas elecciones, es el voto voluntario. Basándose en modelos desarrollados en otras latitudes, algunos comentaristas se han aventurado a señalar que tenderán a votar más aquellos electores que hayan votado antes, que enfrenten competencias cerradas, aquellos más educados, o los más ideologizados.
El hecho concreto es que no sabemos quién votará y quién no.
Los analistas de EE.UU. llevan más de 40 años desarrollando modelos, los que reflejan las condiciones socioeconómicas, la oferta política que reciben, y la idiosincrasia de los electores de ese país. Estos modelos nunca han sido testeados en nuestro país, por lo que ellos pueden resultar completamente falsos el día 28 de octubre.
En esta elección no nos debiésemos tomar muy en serio las encuestas, y aquellos que las desarrollan y publican, más que preocuparse de acertar a un resultado, debiesen concentrar su atención en el desarrollo de modelos predictivos que permitan a la industria avanzar en conocimientos y técnicas a ser aplicadas en futuros procesos electorales.