Pan y circo. Vieja expresión latina usada para designar una forma de gobernar en que se trataba de contentar al populus con algo de pan (no demasiado tampoco), y al mismo tiempo, mantenerlo distraído de sus afanes y los de la elite del poder con bastante circo, entretenimiento y diversión.
Hace poco escribimos aquí que la educación nacional está en crisis. No digo con esto ninguna novedad. Y esa crisis mucho tiene que ver con el cambio de eje que sufrió aquella después del golpe cívico-militar del ’73: de una educación al servicio de la República hemos pasado a una educación al servicio del crecimiento económico, o de la “obtención de renta”.
Quizá más de algún lector se habrá sorprendido con esta calificación, y la encuentre incluso exagerada. Sin embargo, tenemos ahora otra nueva prueba al respecto: el anuncio de que se quiere hacer migrar la tuición sobre la investigación científica y técnica (Conicyt) al ministerio de Economía.
Puede entenderse que cierto tipo de investigación muy precisa y acotada orientada a funciones empresariales, pueda ser orientada desde el ministerio de Economía. Pero no el conjunto de la investigación nacional. Conicyt reside desde su creación por el gobierno de Frei Montalva en educación.
Tanto la investigación desde las ciencias “duras” (matemáticas, física, biotecnologías, etc.), como aquellas realizadas en ciencias sociales y humanidades, así como su operacionalización tecnológica, forman parte del diseño de una política educativa más global: qué se investiga, cuánto, para qué, en qué áreas, son preguntas que no deben quedar nada más en manos de tecnócratas, políticos de turno o en creyentes del libre mercado.
Tienen que ser deliberadas y respondidas por el conjunto de la sociedad y los actores más directamente involucrados. Debería orientarse esa investigación científica general hacia los fines que la misma sociedad en su conjunto considera más valiosos de alcanzar.
Lo contrario es lo que ha venido ocurriendo desde la época de la dictadura: hacer de la educación un medio más en función del mercado y el poder. Con esto se olvida que el conocimiento, las disciplinas y los saberes no pueden tener como meta primordial su rentabilidad a corto plazo, so pena de desnaturalizarse completamente.
Hay que decir que el actual énfasis – de la política de investigación- en disciplinas o temas que pueden otorgar réditos, deja fuera (i.e., débilmente financiados) saberes y ciencias que nos ayudan a una mejor auto comprensión crítica de nosotros mismos, de nuestros hábitos y los rasgos de las instituciones que nos rigen.
Una tendencia que, de seguro, se acentuaría si el conjunto de la investigación científica pasare bajo tuición del ministerio de Economía.
En el tránsito forzado desde una educación republicanista a una regida por el mercado, hemos perdido mucho como sociedad. Quizá por eso, entre otras cosas, nos toca ser testigos de sucesos tan vergonzantes, como el de las Argandoña cobrando millones para publicitar su vida privada (vidas que sí “valen” la pena); o, como la represión indiscriminada vivida por comuneros mapuches -niños incluidos- con ocasión de la visita presidencial a la zona (vidas que no “valen” la pena). Pero bueno, para qué reclamar si ambos hechos son fruto del siempre sabio y clarividente orden de “libre mercado” pues.