Con la llegada (puntual) de la primavera, se dio inicio (por adelantado) a las campañas electorales de quienes pretenden ejercer su “vocación de servicio público” a cambio de una buena y segura remuneración mensual.
Las calles y avenidas de nuestro querido Santiago están llenas de “palomas” (parece que algunas no son muy blancas) que nos muestran cuidadas dentaduras, rostros maquillados, peinados de estilistas, algunas sonrisas agradables, otras más falsas que billete de $300, miradas que pretenden ser inteligentes, todas buscando motivarnos a darles nuestro voto en las próximas elecciones municipales.
Para mí, la gran mayoría se trata de rostros sin trayectoria que los respalde, perfectos desconocidos, muchos de ellos, especialmente para quien, como yo, se ha ubicado lejos de la farándula chilensis.
Aunque, en honor a la verdad (que siempre debe conducir nuestros actos y palabras), debo confesar que me sorprendí gratamente al reconocer el rostro de una de mis exprofesoras del magíster que cursé recientemente, pero pocas cuadras más adelante, el rostro de una ex alumna mía impreso en una paloma me dio un gran sobresalto. ¿De cuándo esta chiquilla floja sintió vocación por hacer algo en beneficio del prójimo?, porque en el colegio ninguno de los que fuimos sus profesores lo habría siquiera imaginado.
Mientras avanzaba a la vuelta de la rueda en mi auto, (so)metido en el habitual taco automovilístico de la mañana, comencé a meditar sobre lo que estaba viendo: ¿qué ideas y valores pueden encontrarse detrás de esas miradas o sonrisas que me invitan a pronunciarme como ciudadano elector?, porque los carteles de propaganda política no dicen mucho al respecto, salvo en un caso que junto al atractivo rostro femenino de una joven pude leer: “educación, salud, seguridad, ecología…” y otras palabras vacías del contenido que amerite emitir un sufragio.
Pero, al menos eso era algo, ya que la gran mayoría de los carteles de propaganda electoral nada comunica sobre lo que piensa hacer ese amable y simpático rostro. En algunos se omite incluso el nombre del partido o movimiento político que está detrás del candidato y uno debe guiarse por el apellido, la vestimenta o el “caracho” de la persona . Si es “peloláis” o tiene un apellido “vinoso”, seguramente es de Renovación Nacional o de la UDI. Casi siempre resulta esta pista, aunque advierto que no es infalible.
En otro sector de nuestra capital, vi cinco figuras a tamaño real de cuatro concejales que rodeaban al alcalde que pretenden acompañar.Ninguna diferencia entre esas figuras y las de artistas del espectáculo. Todos con buena facha y haciéndose los simpáticos, pero ninguna idea que un lector interesado pudiera analizar.
¿Por qué no preferir la entrega de un folleto que exponga lo que pretenden realizar en caso de ser elegidos, un programita mínimo? Claro que el folleto no debería ser de muchas páginas para no espantar a los escasos jóvenes electores que no son muy lectores. ¡Ni pensarlo! Basta un simple díptico en colores y hasta podría intentarse con un tríptico, pero hasta ahí no más.
Me pregunto, ¿qué pasó en nuestra sociedad que hemos abandonado las ideas, los argumentos, los proyectos, las propuestas y ahora nos contentamos solamente con emitir el sufragio a un rostro que nada postula? Así es como hemos llegado a tener los candidatos y candidatas que tenemos, con las pocas excepciones del caso. Una belleza surgida de un programa de reallity puede ser perfectamente la alcaldesa o la concejala de una comuna durante cuatro años, sin tener otra trayectoria que la avale. ¿Dónde iremos a parar así?
Antiguamente tuvimos en Chile servidores públicos de gran jerarquía (no todos, por cierto) que eran capaces de exponer con elocuencia ideas y proyectos brillantes , que era un agrado escucharlos o leer sus escritos, difundidos por los medios de comunicación.
Hoy esos espacios están reservados para trivialidades o vulgaridades, con basura. ¿Qué ha ocurrido con nuestra prensa, antaño de gran prestigio, y con nuestra radio y televisión? ¿Por qué hoy no difunden el pensamiento de los candidatos? ¿Será que eso ya no vende? ¿O se agotó el pensamiento?
¿Dónde están los grandes entrevistadores? ¿Qué piensan los editores periodísticos? Ellos también pueden contribuir a elevar el nivel cultural y político de la nación.
¡Te extrañamos mucho, Raquel Correa!