For sale! Claro pues, desde bosques originarios, mares, ríos, agua, cobre, litio, glaciares; pero también, la educación, la salud, las pensiones, y un largo etc. Un nuevo y agresivo capitalismo de mercado desregulado llegaba para favorecer a los más ricos, a las elites; sea, las de siempre, sea a las nuevas que se pudiesen crear.
¿Usted dijo industria nacional? ¿Usted dijo, ensamblaje de automóviles, fábricas textiles, de calzado, y otros bienes “nacionales”? Pero cómo se le ocurre.
Nuestros brillantes economistas tecnócratas nos obligan a comulgar con su credo y nueva fe: para qué tener industria propia, darle trabajo a nuestra gente, apelar a su participación y creatividad, si eso sale tan caro al capital, cuando es más fácil y rápido traer esas mismas cosas desde fuera pues, y claro, abaratadas.
Pero la consecución de todo esto, su implementación, supuso una nueva alianza entre el poder del dinero y el poder coercitivo de las armas, proveniente desde el Estado.
Para esto además, había que consagrar un cierto tipo de expresión política, ojalá lo más restringida posible, vigilada por leyes ad hoc. Vistas las cosas en su devenir, la actual película del No, más allá de lo que pueda decirse de su factura cinematográfica, uno se percata que ese triunfo, fue en verdad, un triunfo a lo Pirro.
Permitió abrir el camino para sacarse de encima al señor Pinochet en varios años, pero no sirvió para cumplir los anhelos, necesidades y sueños de la mayoría de los chilenos, de acceder de verdad a una sociedad más igualitaria, justa y solidaria. A un país, en que la voz protagónica fuera la de las mayorías organizadas y deliberantes.
Siguen mandando más o menos los mismos de siempre, es decir, la alianza entre el poder del dinero y el poder de la fuerza coercitiva ejercida desde el Estado (porque para eso sí que sirve y para eso sí que no hay que disminuirlo pues).
Privatizada la política y la sociedad, el garrote está a la vuelta de cada esquina para disciplinar una y otra vez a todos los “díscolos”. La plebe, el pueblo, y después la gente, no tienen capacidad de discernimiento. A lo más, para ver ciertos programas de televisión, pero no mucho mas.
Por eso para este modelo y sus manteadores en la cúspide, lo que hoy tenemos en el país es “democracia”, es decir, “su” democracia; lo más que puede tolerar la elite minoritaria en el poder en cuanto a expresión ciudadana.
Fíjese por ejemplo: ayer no más el Poder Judicial condena a dos comuneros mapuches a diez años de cárcel, por porte ilegal de armas y otros cargos, y sin embargo, al mismo tiempo, el carabinero responsable de la muerte de un joven comunero por la espalda sigue libre y trabajando en su institución. Pero no es suficiente. Cómo no.
Para garantizar un país For sale, una educación For sale, una salud For sale, un fútbol For sale, y un largo etc., resulta que ahora –brillante idea-, nada mejor que poner carabineros en todos los colegios y liceos eventualmente “tomables”.
Como a final de cuentas, podrían ser muchos los lugares , quizá ahora el conjunto de los Carabineros de Chile tendrán que dejar sus labores armónicas habituales y volver a liceos y escuelas, universidades y quien sabe que más, diseminados por todo el país, para infiltrar, abortar, antes que pueda nacer, cualquier brote de protesta y expresión juvenil. Porque la expresión de protesta ciudadana, esa sí que es violencia pues. Como no.
¿Qué le parece estimado lector? Que los bancos esquilmen a sus clientes; que lo mismo hagan retails, empresas y demases, con sus clientes, trabajadores y competidores, no pues, eso es legal, eso no es violencia.
Que en el país, aproximadamente unas 4.450 familias tengan un ingreso promedio autónomo mensual de…19 millones de pesos; que se trate del 0,1% de la población, no pues, eso no es violencia.
Que además ese mismo minoritario porcentaje decida día a día sobre nuestras posibilidades de vida y lo que es o no posible políticamente hablando, tampoco es violencia pues, como se le ocurre.
Al parecer , tendremos que releer a ese profético obispo brasileño que nos decía, hace ya algunos años, que en nuestros países vivimos bajo una histórica violencia estructural generadora de injusticias y tempestades. ¿Olvidar la historia? ¿Vivir en un presentismo inmediatista?