Es cierto que los liberales somos la única cultura política que no ha sido capaz de tener expresión política, llámese partido político único, en los últimos años en Chile. Los liberales estamos dispersos: la mayoría apoyaron el No y a Lagos en 1999, otros han estado en la disidencia de RN y algunos otros hemos dedicado nuestros esfuerzos en transformar a ChilePrimero en la casa del liberalismo-progresista en el país, fuera de las dos coaliciones.
Más allá de dicha historia de dispersión, quienes nos sentimos auténticamente liberales -sin complejos- tenemos un deber de nuestra época: controvertir a un conjunto de grupos y personas que “echan mano” al concepto liberal -como Libertad y Desarrollo- pero que en realidad son la expresión misma del neoliberalismo económico y el conservadurismo moral, con quienes debemos guardar nutritivas y sustantivas diferencias.
Aquellos grupos y personas, que ejemplificaré en LyD, nacen de la reunión de tres ideas troncales: la idea de libertad económica, una concepción de Estado confesional y una democracia tutelada de rasgos autoritarios.
Como es fácil observar a primera vista, la dimensión “liberal” de LyD y otros semejantes, no es más que la dimensión económica. Es decir, han cultivado una defensa ideológica del mercado que llevado a ultranza se ha transformado en un fundamentalismo que pone al mercado sin intervención estatal en un sitial casi religioso.
En cuanto a otras dimensiones, han mostrado un conservadurismo moral que pretende meter al Estado en las conciencias, y por otro lado han mostrado pánico a todo tipo de reformas que le transfieran poder a los ciudadanos, con la esperanza de que una élite mantenga tutela sobre la democracia.
En las tres dimensiones mencionadas, las diferencias de los neoliberales con un liberalismo democrático o progresista son evidentes y sustantivas.
Mientras los neoliberales defienden religiosamente al mercado a todo evento, los liberales creemos en la justa medida entre lo público y lo privado, sin negar el rol que debe jugar el Estado.
A su vez, mientras los neoliberales no logran separar la religión de la política, los liberales creemos en las libertades individuales y dejamos a la conciencia de cada ciudadano la elección de su estilo de vida y su identidad cultural o sexual.
Finalmente, mientras los neoliberales pretenden poner una traba a la soberanía democrática, los liberales empujamos reformas políticas hacia un semi federalismo, semi presidencialismo y por un sistema electoral proporcional.
Nuestro rol como liberales sin complejos es controvertir a los representantes del neoliberalismo, no en el modo facilista que lo hace la izquierda, sino ofreciendo una alternativa que defienda auténticamente la libertad en todas sus dimensiones, no tan sólo en la empresa, sino también en la democracia sin tutelas, las libertades individuales y la cultura.