Como cada año la discusión sobre el salario mínimo da cuenta de posiciones encontradas, análisis de expertos con conclusiones opuestas, trabajadores esperanzados y una sensación creciente de que algo no funciona bien en nuestro sistema.
Lo que tampoco es inusual pero que en esta oportunidad ha sido especialmente notorio y decidor, es la falta de voluntad de diálogo mostrada por el Gobierno.
Más allá de las cifras propuestas (el Ejecutivo ofrece $193.000 mientras que la CUT pide $250.000) lo que revela este debate es que carecemos de espacios de discusión donde poder determinar con todos los actores involucrados un mecanismo que permita establecer un sueldo base que no afecte la marcha de la economía, pero que a la vez posibilite a cualquier trabajador o trabajadora contar con los recursos que le permitan solventar los gastos básicos de su familia.
Seamos claros, el actual sueldo mínimo de $182.000 no cumple con la premisa señalada anteriormente. Nadie que se ponga la mano en el corazón o que conozca el Chile real puede señalar que esa remuneración es suficiente, como tampoco lo es los $193.000 que ofrece el Gobierno. Una vez aclarado ese punto podemos sopesar los distintos argumentos que se esgrimen.
El Gobierno y los expertos de su sector sostienen que ante una inminente crisis internacional sería poco recomendable aumentar demasiado los salarios porque eso dañaría la economía al aumentar el desempleo y provocar el colapso de las pequeñas y medianas empresas. A reglón seguido, sostienen que la gente prefiere tener algo, aunque sea poco, a no tener nada. Una suerte de chantaje encubierto.
El primer punto da cuenta de una actitud bipolar del Gobierno en cuanto al análisis que se hace de nuestra economía. El pasado 21 de mayo el Presidente Piñera dijo que no sólo estábamos a las puertas del pleno empleo, sino que además los puestos que se creaban eran de calidad y hace pocos días en la reunión del G-20, donde Chile fue invitado a participar, el mandatario dictó cátedra a la Unión Europea y a Estados Unidos de cómo había que hacer las cosas… ¿una nueva versión del “chilean way”?
Entonces una se pregunta ¿cómo se puede tener una economía que sirva de ejemplo al resto del mundo y a la vez tener a la mayoría de los trabajadores y trabajadoras del país viviendo en la pobreza? Ciertamente algo no calza.
Si el temor de algunos es que un aumento del salario mínimo perjudique a las Pymes entonces ¿por qué no diseñamos una estrategia que refuerce a este sector que es el que da más trabajo en el país, en vez de seguir usando este argumento para evitar una subida de los salarios?
¿Por qué no discutimos una Reforma Tributaria de verdad que beneficie a los trabajadores y no sólo a las personas de mayores recursos como lo hace la propuesta del Gobierno?
Lo que estoy planteando es la necesidad de generar diálogo en materia laboral, no sólo discutir los criterios para reajustar año a año el salario mínimo sino también cómo avanzamos hacia un salario ético, que reconozca en toda su dignidad el aporte del trabajador, que incorpore las diferencias regionales y que permita avanzar hacia mayor justicia social. Cómo el Gobierno se abre a construir una agenda pro trabajador, que ponga el acento en fortalecer la negociación colectiva, el descanso dominical en el comercio, la no discriminación hacia las mujeres y la retribución de utilidades. Un diálogo de este tipo además contribuye a la necesaria paz social de un país que crece y que aspira a continuar en la senda del desarrollo.
Es moralmente reprobable un Gobierno que con soberbia proclama las bondades de nuestra economía alrededor del mundo, pero que a la vez no se hace cargo de las legítimas aspiraciones de la gente.
La propuesta del Ejecutivo es mezquina y debe ser modificada. Aun hay tiempo y es de esperar que el Gobierno entre en razón y escuche la voz de la gran mayoría del país, que será la que finalmente juzgará.