Por estos días, hemos visto a algunos desesperados por ser ungidos cuanto antes como candidatos presidenciales, a otros, erigirse como quien dio por sepultada a la Concertación y a unos de más allá, urgidos por figurar lo más cerca posible de la ex Presidenta Bachelet.
Este es el punto: nuestro problema no es encontrar al político del momento, sino saber leer correctamente el momento político.
Decir que Chile ha cambiado y pregonar a los cuatro vientos mayor participación y profundización de la democracia, a estas alturas es un cliché: es hacer política de cuñas “políticamente-correctas” pero de dudosa utilidad. El tema es que hay que hablar harto menos y trabajar bastante más.
Más allá las palabras de la ex Presidenta Michelle Bachelet en la carta que envió a la Junta Nacional DC y más allá de los temas que no estaban, supongo que por falta de tiempo y espacio apropiado, en lo que sí puedo concordar es en que debemos asumir que la gente quiere cambios más profundos frente a cosas que no supimos defender en su minuto.
No daba lo mismo. La Concertación siempre luchó por más democracia, siempre se opuso al sistema binominal y siempre pregonó la justicia social mediante la mano correctiva del Estado.
La derecha no tiene cara para venir hoy a decir que en 20 años no se hizo nada: nunca tuvimos los votos para los altos quórum que requieren reformas de esta envergadura.
En cambio, nuestra mano social se notó en cada acción que guió el actuar económico. Lo hicimos con el sello social y la primera reforma tributaria de Alejandro Foxley, con la apertura de nuestros mercados durante el Gobierno de Eduardo Frei, con el concepto contra cíclico del superávit estructural con Lagos/Eyzaguirre y con la instalación de un inédito modelo de protección social en el Gobierno de la Presidenta Bachelet.
Ahí está nuestro sello. Quedó grabado para la historia y la sociedad chilena ha ido demandando más; sólo por eso, hoy nadie entendería un posnatal de menos de 6 meses, un sueldo mínimo que no sea digno, una debida protección al consumidor; hoy, nadie puede pensar en que regalemos nuestros recursos naturales como el agua sin un debate profundo acerca de cómo dar valor agregado a nuestra economía, y eso es así porque la ciudadanía reconoció que hay estándares mínimos y esos estándares los fijó la Concertación.
¿Estamos en deuda?, sí. Y creo que podemos saldarla, volviendo a fojas cero.
Socialistas, democratacristianos, pepedés, radicales y fuerzas de avanzada, necesitamos volver al origen. No reflotar las banderas de hace 30 ó 20 años, sino que tomar las banderas de hoy y de mañana, no quedarse sólo en cambiar caras o estilos. Se trata de demostrar la honestidad con que hemos enfrentado la lucha política.
En la Junta Nacional de la DC vimos cómo un dirigente social de regiones, Iván Fuentes, guarda mucha más verdad, mucha más legitimidad, mucha más representatividad que muchas de las instituciones del Estado. Y eso se logra porque se ha puesto a la gente ante todo y porque se ha entendido que el problema de uno, es el problema de muchos.
Si la Presidenta Bachelet u otro liderazgo es quien encarnará ese proyecto, hoy da lo mismo. El momento político nos dice que tenemos que demostrarle a la gente que aprendimos a escuchar, que aprendimos a aceptar y que estamos dispuestos a dejar los proyectos personales, para perseguir sueños de país.
No es momento de matar la Concertación, ni de reinventar falsamente lo que podemos ser.
Nuestras “peleas” no deben ser por más poder, sino por poder defender y devolver la dignidad a la gente. Quien lidere ese afán, nos tendrá a todos detrás.