El gesto especial que buscaban dar a la ex Presidenta Bachelet los timoneles del PS y la DC al acordar presentar una lista conjunta de concejales/as, parlamentarios/as y candidata/o común a las primarias presidenciales -como reacción a la conformación del pacto por concejales de sus “socios concertacionistas” con el PC-, puede terminar siendo un boomerang para la propia candidatura presidencial.
Las conversaciones del PPD y el PRSD con el PC para conformar una lista única de concejales, desataron la ira de la DC y la decisión del PS de finiquitar su opción de acercarse a la izquierda extra concertacionista, en un acto que muchos califican como la antesala del fin de la coalición opositora, que sólo llega a 16% de apoyo en las encuestas.
Al punto que el diputado y Vicepresidente de la DC, Fuad Chahín, acusó el inminente pacto como un “adulterio político” (aunque, en esa lógica, la falange también habría sido “infiel” a la Concertación al negociar con RN las reformas políticas) y a dichos partidos de querer aislar a la Democracia Cristiana y buscar convertir a la Concertación en un Frente Amplio de Izquierda y no en una alianza de centro izquierda.
Justamente el pacto PS-DC se basa en el entendimiento de sus timoneles de que “nuestra vocación de gobierno sólo es posible sobre la base de un entendimiento entre el centro y la izquierda que sea capaz de interpretar una nueva mayoría social y política”, argumento ya esgrimido por Andrade al rechazar la invitación que le hiciera el PPD a construir una Convergencia Opositora en 2011.
La discusión sobre qué es el centro y la izquierda se viene sosteniendo desde julio del año pasado y antes de que el PPD propusiera la idea de la Convergencia en septiembre, momento en que Andrade desechó la propuesta de conformar un frente que aglutinara a la izquierda más allá de la Concertación y optó por privilegiar su pacto con la DC.
La Presidenta del PPD, Carolina Tohá, planteó en ese momento que el eje histórico de la Concertación es el entendimiento entre el centro y la izquierda, no entre la DC y el PS. Es más, sostuvo que “el eje DC-PS paraliza a la Concertación y tiene un dejo conservador y excluyente”.
Hasta hoy, quien conquista el centro, gana las elecciones. Sin embargo, actualmente es más que difícil identificar dónde está ese sector y cuáles son sus demandas.
Con un reordenamiento de fuerzas, una crisis de representación política en ciernes, una agenda ciudadana cuestionando el modelo económico y político -además de la incorporación potencial de 4 millones y medio de nuevos electores-, tal vez el disputado centro no esté necesariamente en la DC o el centro se corrió a la izquierda. Así como, en palabras de la Tohá, la representación de la izquierda no está sólo en los socialistas.
La apuesta de Andrade por fortalecer el “eje histórico” superó una nueva prueba con las secretas negociaciones que emprendió su socia DC con RN en enero pasado, para impulsar reformas políticas en una acción que –en términos del matrimonio malavenido en que se ha convertido la Concertación- bien pudo leerse como el surgimiento de un nuevo amor en la centro derecha.
Andrade ha sostenido en el marco del acuerdo con la DC, que si no hubiese sido por el PS, la Concertación se habría desmoronado hace rato, de alguna manera explicando el porqué su obsesión porque “no se caiga la estantería” que sostiene a la coalición que gobernó por 20 años y que -a su juicio- permitiría la vuelta de Bachelet.
Si bien el implícito apoyo y respaldo anticipado que con este acuerdo da la DC a la candidatura de Bachelet (aunque la falange tenga sus propios candidatos) mejora la situación en que se presentará Andrade al Comité Central del PS este fin de semana, va configurando una suerte de crónica de la muerte anunciada de la Concertación.
Ya con ocasión de una nueva conmemoración del triunfo del NO el 5 de octubre del año pasado, el mismo Andrade leyó una declaración que costó muchísimo consensuar entre los presidentes de los demás partidos, que sólo llegó a acordar que “no sabemos la forma concreta y precisa que adoptará la coalición que, en definitiva, encarne esta voluntad mayoritaria”.
Ahora Walker y Andrade apuestan a ratificar su vocación de gobierno, la que entienden como un entendimiento entre el centro y la izquierda –argumento del “eje histórico”- que sería capaz de interpretar una nueva mayoría social y política.
Pero si a Walker “la suma no le da” para creer que sólo una alianza de izquierda constituida en un frente amplio pueda construir una mayoría política para un gobierno, lo cierto es que los números tampoco dan para justificar que sólo la DC y el PS –que creen ser el centro y la izquierda- puedan hacerlo por sí solos.
El propio Osvaldo Andrade reconoció que “si hay que pagar costos, los vamos a pagar, porque la próxima Presidenta va a ser socialista”. Sin embargo, al concretar una alianza entre la DC y el PS para las próximas presidenciales restando a la izquierda -que ha sido la que tradicionalmente ha hecho ganar a la Concertación en las segundas vueltas electorales-, el efecto boomerang para la candidatura de Bachelet es inminente.
En vez de respaldar la candidatura de Bachelet a las presidenciales del 2014, Andrade con su última jugada no ha hecho más que desconocer lo que la ciudadanía movilizada y la nueva agenda política le han manifestado a gritos: el ciclo político que él y la actual clase política conocían se terminó y en un nuevo reordenamiento, las fuerzas progresistas no puede seguir siendo rehenes de la DC.