Si el presidente de un partido político tiene el control de la máquina partidaria y, además -según dicen las malas lenguas- financia las campañas de sus militantes preferidos, lo más probable es que sea reelecto.
Si a ello le sumamos la capacidad que tiene la oligarquía de perpetuar su cuota de riqueza y poder, la escasa circulación de las elites y la defensa corporativa de la clase política para mantenerse en el poder, todo hace pensar que el actual Presidente de Renovación Nacional, Carlos Larraín, ganará las elecciones internas de mayo del próximo año.
Sin embargo, la conducta errática de Larraín está demostrando que no sólo está molesto con la disidencia -como se lo ha hecho ver al propio gobierno y la razón por la cual no asistió al comité político en La Moneda el lunes recién pasado-, sino también está nervioso. Por algo será.
Tanto, que en un programa de televisión llamó “animal” al conductor, en una muestra más de sus salidas de madre que lo han convertido en el personaje símbolo del conservadurismo nacional.
Don Carlos está incómodo con la disidencia RN que le revuelve el gallinero (o más bien el fundo), al nivel de desdecirse de sus propias decisiones. Primero, le permite hacer una presentación de 30 minutos en el próximo Consejo Nacional del 26 de noviembre y tres semanas después se lo impide, aduciendo que el cónclave es sólo para consejeros.
El Secretario General de RN, Mario Desbordes, se ha visto varias veces desbordado por las determinaciones de Don Carlos y hoy argumenta que la resolución de la mesa directiva de no permitir que ningún militante que no sea consejero en RN asista al cónclave, se adoptó “por un criterio reglamentario y práctico”,
¿Es posible la renovación de Renovación, en el actual momento político? Sí y Don Carlos lo sabe y debe recordar que la presidencia se elige por elección directa, un militante un voto.
Cuando el mismísimo segundo piso de La Moneda mueve los hilos para concretar la primera reunión de la disidencia y la segunda realizada la semana pasada en Valparaíso tuvo la presencia del actual subsecretario del Interior, las posibilidades de la disidencia aumentan.
Lo mismo cuando figuras emblemáticas del partido, como la senadora Lily Pérez, el senador Horvath y los diputados liberales Karla Rubilar, Joaquín Godoy y Pedro Browne amenazan con renunciar a el, más aún cuando éste último ya se había restado a la mesa directiva por estar en desacuerdo con el estilo conservador de conducción de Don Carlos.
La Moneda está preocupada con la posible renuncia de los parlamentarios, de manera que les ha solicitado tener “paciencia”, dado que la tensión de RN salpica a la casa de gobierno.
En momentos en que, de manera inédita, se instala en la agenda pública y de gobierno la idea de reformar el sistema electoral binominal, posibilidad a la que incluso la UDI no le ha cerrado la puerta (aunque pensando más en cambiar el tamaño de los distritos y circunscripciones que en un cambio de fondo), Don Carlos nuevamente nada en contra de la corriente.
No sólo ha manifestado que modificarlo podría provocar un “big bang político”, sino que considera que revisar el sistema electoral en “momentos de gran inestabilidad general, linda con la locura”.
La paciencia parece habérseles acabado a los militantes de Renovación Nacional, a la disidencia y a los parlamentarios de corte más liberal (en el caso de Horvath sus razones parecen ser más prácticas, dada su imposibilidad de ser apoyado nuevamente por RN por su posición frente a Hidroaysén).
Ellos y ellas están indignados/as. Pero esa indignación que hasta llegó al partido cuyo presidente se ufana de tener el 20% de los votos, no debiera concretarse en un alejamiento del partido y en la creación de un nuevo referente, sino en ganar las elecciones del próximo año.
Don Carlos ha sido reelecto por segunda vez como Vicepresidente de la International Democrat Union (IDU), que reúne a los principales partidos de derecha del mundo.
Tal vez su futuro se encuentre en esa agrupación con sede en Londres o en el partido político que tiene el nombre de esa sigla al revés, con sede en Suecia.
Gracias a Don Carlos, la UDI dejó de ser el principal dolor de cabeza del gobierno y ahora lo es RN.