Hablar de la Democracia Cristiana y escribir sobre ella sin respetar su verdadera historia y su ideario doctrinario y político se ha ido convirtiendo en un mal hábito muy difundido.
Hoy, que se debate sobre los nuevos derroteros de la Concertación, resulta muy oportuno y conveniente puntualizar los aspectos históricos y políticos que reflejan un correcto perfil de este Partido que en Chile ha ocupado tres Presidencias de la República y que en Europa y América ha conducido y conduce los destinos de importantes naciones.
Partamos aclarando que, en el mundo, la DC es un partido anterior al comunista y su propósito original y permanente ha sido y es la consecución del Bien Común y la superación de la injusticia y la desigualdad.
Por consiguiente no es un movimiento que haya sido originado para oponerse al comunismo que, en esas fechas, sencillamente no existía. Lo que sí había, y dolía en el corazón de la humanidad, una extendida explotación de los más humildes.
La primera obra política que puede ser llamada con propiedad demócrata cristiana en la historia del mundo se hizo realidad bajo el nombre de Partito Popolare Italiano, PPI, en el siglo XIX, precisamente en el año 1898, cuando el sacerdote Don Luigi Sturzo introdujo la Democracia Cristiana, DC, en su ciudad natal, Caltagirone, en la provincia de Catania (Sicilia).
Incluso antes, en 1987, se publicaban sus orientaciones ideológicas y políticas en el primer número del órgano principal del movimiento católico en Sicilia, “La Croce di Costantino”.
El Partido PPI finalmente fue fundado por el mismo Sturzo (1871-1959), quedando constituido formalmente el 17 de enero 1919 en Roma, un año después del término de la Primera Guerra Mundial.
En 1921, Sturzo y de Gasperi se reunieron con dirigentes del Partido Centro y el Partido Popular de Baviera, ambos alemanes, dando los primeros pasos para crear una internacional de partidos de inspiración cristiana. Pero en 1926, el gobierno fascista disolvió el Partido Popular Italiano (P.P.I.). Sus líderes fueron encarcelados, buscando refugio muchas veces en el Vaticano.
En Chile, la DC nace también al abrigo de la Doctrina Social de la Iglesia enunciada a fines del siglo XIX y en los albores del XX, cuando lo que caracterizaba al mundo era la injusticia y la desigualdad y no la amenaza del comunismo.
El primer gobierno DC chileno, consecuente con esta inspiración cristiana, realizó una profunda transformación en las estructuras de la sociedad chilena: la Reforma Agraria, la Promoción Popular, la Chilenización del Cobre, la Sindicalización Campesina y respaldó a los movimientos estudiantiles que realizaron la Reforma Universitaria, entre los logros más importantes del sexenio de Eduardo Frei Montalva.
Siendo oposición al gobierno de Allende, sin embargo la DC dio sus votos a la Nacionalización que completaba la recuperación del Cobre para Chile y participó activamente en el diálogo con Salvador Allende propiciado por el Cardenal Raúl Silva Henríquez para intentar una solución a la crisis institucional en curso en nuestro país durante los años 1972 y 1973.
Durante la dictadura, la DC se opuso al régimen a lo largo de sus 17 años, articulando y respaldando la movilización social por los derechos humanos y las libertades públicas, hasta que en 1987 articuló con el Partido Socialista la Concertación de Partidos por la Democracia, a la cual adhirieron el naciente PPD, el Partido Radical y otros movimientos políticos, para derrotar a Pinochet en el plebiscito y restablecer el Estado democrático en Chile.
Durante los diez años de los Gobiernos de los demócratas cristianos Aylwin y Frei Ruiz-Tagle se restableció la plena vigencia de los Derechos Humanos, duramente conculcados hasta 1989; se abrió paso a una nueva vida democrática del país; se redujo sensiblemente la pobreza y la indigencia, ambas herencias de la Dictadura; se desató una impresionante modernización del país; se amplió la cobertura en la educación y, en el plano internacional, Chile alcanzó un sitial de prestigio e integración nunca antes vivido.
Esta apretada síntesis, seguramente incompleta, es una clara demostración de que en el mundo y en nuestra Patria, la DC ha sido históricamente coherente con su vocación de servicio al Bien Común.
Por consiguiente, sería muy conveniente que los opinólogos, cuando quieran hablar de la DC, hagan lo mismo que cuando comen pescado…Tengan cuidado.