La agenda del país sigue dedicada, de manera importante, a la educación. A las demandas estudiantiles, a las propuestas gubernamentales, a los intentos de mediación entre las partes.
Desde el Congreso Nacional, el tradicional espacio para que las distintas corrientes políticas e ideológicas expresen la diversidad del país y construyan un espacio plural donde todos tenemos cabida, hicimos una propuesta amplia y que incluía representantes de todo el espectro político.
Más importante aún, concretamos una oferta de diálogo abierto, sin exclusiones y en pie de igualdad para todos los sectores involucrados.
Es que un diálogo con aspiraciones de éxito sólo puede ser como lo planteé públicamente: con agenda abierta, sin condiciones. Insistí que desde el Congreso Nacional no estamos pidiendo el fin de las tomas y de la movilización estudiantil. Nada de eso.
Ofrecemos un espacio de diálogo sin exigencias previas y con total claridad respecto de que no hay temas excluidos a priori.
No queremos formar parte de una comisión gubernamental, no proponemos una comisión gubernamental, sino una instancia donde estén todos y todos tengan voz.
Sólo así lograremos llegar a acuerdos que cuenten con un amplio apoyo ciudadano.
Los estudiantes llevan más de dos meses de movilizaciones. Han logrado sensibilizar a toda la población.
Han ganado un envidiable apoyo ciudadano, que se expresa en marchas que han contado con decenas de miles de adherentes y en caceroleos que se han escuchado en casi todos los sectores de Santiago y de otras ciudades del país.
Ya han logrado un cambio fundamental para la salud de una democracia, convertir a un pueblo apático y desconectado en una ciudadanía consciente y activa, que se moviliza por sus derechos.
Ha llegado la hora de profundizar ese espíritu y transformar ese logro en verdaderos cambios en la educación chilena, cambios que definan realmente un mapa más justo, con más oportunidades para todos, con calidad para todos.
Esta tarea es demasiado importante como para que comencemos a realizarla con restricciones o cortapisas.
Nunca he tenido miedo al diálogo y menos ahora que tenemos tanto que agradecerle a estos jóvenes que no han claudicado en la lucha por sus sueños, por sus esperanzas, por su futuro y por el futuro de todas las próximas generaciones de estudiantes chilenos.
Es, sin duda, un momento histórico, que será recordado largamente.
Ojalá que también sea recordado como un ejemplo de diálogo exitoso y de construcción de acuerdos en el Congreso Nacional.