Durante la última semana de julio, los titulares de los principales periódicos israelíes – The Jerusalem Post, Haaretz, Maariv -, no han tenido como noticia principal el legendario conflicto con los palestinos.
Por el contrario, se trata de manifestaciones internas que se han insertado en la agenda nacional y que han tenido consecuencias importantes en el manejo gubernamental.
Uno de los conflictos internos actuales es el de los manifestantes que se oponen a la subida de los precios, especialmente de los inmuebles habitacionales, a los que se suman otros sectores que han convocado a un paro nacional para hoy.
La protesta ciudadana ha adquirido tal magnitud que el 27 de julio el primer ministro Benjamín Netanyahu debió suspender su viaje a Polonia.
Dos días después, una de las noticias más cubiertas por la prensa israelí dice relación con las manifestaciones llevadas a cabo por la comunidad gay de Israel en la denominada “parada del Día gay”, la que también se celebra en las principales ciudades europeas y estadounidenses.
En los últimos 10 años, en Tel Aviv se ha celebrado anualmente una multitudinaria marcha a favor de los derechos de homosexuales y lesbianas, lo que consagra a esta moderna ciudad como la “capital gay” del Medio Oriente.
La parada del día 29 de julio, encabezada por la jefa de la oposición, la diputada TzipiLivni, perteneciente al partido Kadima, reunió al menos a 70.000 personas según la policía, más de 100.000 según los organizadores, en una ciudad que tiene poco más de 400.000 habitantes.
La apertura de la ciudad al mundo gay ha tenido como resultado que el sitio “LonelyPlanet”, especializado en turismo internacional, considere a Tel Aviv como uno de los tres destinos más “gay-friendly” en el mundo.
A pesar de la emblemática apertura que ha caracterizado a esta ciudad del Mediterráneo oriental, en contraste a la más tradicionalista Jerusalén, aquella no ha estado exenta de acciones homofóbicas.
En agosto del 2009, dos personas murieron tras un tiroteo que se llevó a cabo en una organización de apoyo a homosexuales en el centro de Tel Aviv. Aunque hasta la fecha no existe un veredicto sobre quiénes fueron los culpables de este hecho, todo apunta a sectores judíos ultra ortodoxos.
En Jerusalén occidental las cosas han sido todavía más difíciles para las organizaciones gays. Dominada por una influyente comunidad judía ortodoxa y ultra ortodoxa, que pretende imponer sus reglas a toda la población jerosolomitana, los gays han visto una y otra vez dificultado su derecho a reunión y manifestarse.
En la parada del 29 de julio de 2011 un hombre ultra ortodoxo tiró una bomba a los participantes para protestar por la misma. Los organizadores respondieron que “la parada es un símbolo de la lucha por la libertad en la capital”, agregando que ellos no permitirán que los grupos ultraortoxos conviertan a Jerusalén en Teherán.
Aunque hay personas ortodoxas y hasta rabinos gay abiertamente reconocidos, la posición oficial de la ortodoxia judía es categórica: la homosexualidad es un pecado porque así lo establece la Torá.
Por su parte, los sectores ultra ortodoxos han llamado abiertamente a asesinar a los homosexuales.
En este contexto se inscribe el ataque de agosto de 2009 en contra de la comunidad gay de Tel Aviv, precedido por un acto similar ocurrido en agosto de 2005, en donde tres personas de orientación homosexual resultaron muertas, también por un judío ultra ortodoxo.
De trasfondo, estamos en presencia de conflictos internos, profundos, históricos e irresolutos,transversales a la sociedad israelí, que existen desde la misma creación del Estado judío: por una parte, los sectores laicos y seculares, que defienden un Estado en donde imperen leyes civiles, que den garantías igualitarias a todos los ciudadanos.
En el otro extremo, grupos ortodoxos y ultra ortodoxos, los más radicales con un discurso bíblico que busca no solo combatir a los judíos liberales y a los no judíos, sino que pretende también la destrucción del propio Estado de Israel, al ser un “Estado artificial” creado antes de la llegada del Mesías.
A ello se suman partidos políticos y movimientos sociales, unos laicos, otros religiosos, más nacionalistas o más socialistas, sionistas o antisionistas, que forman parte de la plural política y sociedad israelí.
En este complejo escenario, al igual que en otros países del planeta, la sociedad civil israelí se manifiesta por la igualdad de derechos y oportunidades como ciudadanos activos y participativos.